domingo, 9 de septiembre de 2018

LOS DOMINGOS




Los domingos no pasa el tiempo. Todos son iguales.
Los domingos por la tarde huelen a lunes, al fantasma del lunes. Gil de Biedma, que nunca vivió de su esmerada poesía, dedicó un poema al feo lunes, un verso suyo decía: "Quizá tendrán razón los días laborables".
Los domingos, sin embargo, empiezan bien cuando no te embarga la resaca. Y empiezan bien porque como su propio nombre indica es el día del señor, dies dominicus. Da igual, con democracia o dictadura, la mayoría del personal se han elegido y autoproclamado señores por un día. Por eso mismo, el domingo es día de guardar…de guardar religiosamente cama hasta las doce. La falta obligada de costumbre nos echará del catre en busca familiar de unos churros o porras o de unos croissants. Con el periódico en la mano, el único pagado de nuestro bolsillo en toda la semana, los churros en otra, ah, más la película, el reloj, las gafas o cualquier otro suculento ofertón damos la vuelta. Esa película, reloj, gafas, etc. o ese periódico que, no sabemos si será buena señal, puede que no lleguemos a estrenar.
Los domingos, a veces, sin un programa claro, el reloj regalado tampoco se despereza y las horas no avanzan. Podemos pensar que es el reloj el que no funciona. Sin embargo, es el cielo que está lleno de sol, la misma luz sobre la misma plaza en que se prolonga. Eso le sucedía a Meursault, el extraño de Camus al que no le gustaban los domingos como a tanta gente. Encaminado hacia un homicidio absurdo, por un sol abrasador que se rompía en pedazos sobre la arena, porque hacía ya dos horas que el día no avanzaba, dos horas que había echado el ancla sobre el mal.
A Meursault ascender en el trabajo o casarse le es indiferente. Por eso acaba matando. Si ese domingo en vez de playa  hubiera ido al fútbol tal vez su crimen podría haberse evitado. Los ingleses, que tienen fama universal de prácticos, lo inventaron tras la revolución industrial para eso, para que la gente no se matara y supiera que hacer con los domingos: correr por la húmeda yerba de sus urbes con una pelota en lugar de una navaja. Cuando gana tu equipo nunca se es completamente desgraciado y hasta puede salvarse el frágil equilibrio criminal de cada día.
Los domingos son otra cosa, sí por fin llega la hora H del día D. Si por fin llegan las cinco de la tarde y tu debida hora y media de Señor. Con un puro barato en la boca, como decía el cronista del ABC, lo recuerdo, cuando las viejas Gaunas de tercera recibían en la Copa al capitalino y real Real Madrid. Antes habrás rellenado los crucigramas del periódico, consultado todos los encuentros que se televisan y visitado las esquelas para asegurarte de que el muerto siempre es el otro. 

Si te has desplazado siguiendo los pasos de tu equipo, el tedio se muda caminante: fotografías del mal gusto provinciano, rodeos a la catedral, la de Jaén "pura luz, que parece que flota". Puede que te animes a entrar, aunque mal puedes rogar por la victoria a una virgen que no es la tuya. Y bares y más bares con las mismas y peores tapas. Y ese sol, cuyas huellas te crecerán en el rostro y los brazos, con la misma luz sobre las calles que cruzas repetidamente.
Pero ha llegado tu hora. Tu hora de juzgar severamente la alineación donde siempre faltarán los de tu agrado y te permitirá chillar a los que se han colado. Que para eso pagas y eres dueño y señor de mostrar tu ruidosa desaprobación. Sabes más que nadie y estás al corriente de los bulos más descabellados. Esos que ni los propios afectados conocen. Gane o pierda tu equipo, a ti te pertenece juzgarlos, auparlos a la gloria o apearlos en menos que canta un gallo.
Con el tufo de la derrota, derrotado, te conduces por los pasillos que son el corredor de la muerte,  condenado a sufrir la racionalidad del lunes mientras pones otra cruz en tu calendario.


jueves, 16 de agosto de 2018

EL REPORTERO FRENÉTICO
Es una lástima el desconocimiento de periodistas de la talla de Egon Erwin Kisch más allá del ámbito germano. Sin duda la falta de traducción del grueso de su labor periodística ha facilitado su olvido. En los años 20 en Berlín fue el reportero de moda después de publicar el referido escándalo de espionaje. Apenas existía hasta hace poco en el mercado español recopilaciones de sus artículos. Recomiendo los reportajes reunidos bajo el título de “Nada es más asombroso que la verdad” publicados por la editorial Minúscula el año pasado, que ya anteriormente editó en 2006 “De calles y noches de Praga”. Agradeceríamos próximas traducciones de su magnífica obra, en concreto todos sus artículos aparecidos en “El reportero frenético”, su mayor éxito, o Marktplatz der Sensationen (“El mercado de las sensaciones”, 1942) publicado en México durante su exilio en la Segunda Guerra Mundial. No se trata, como equivocadamente dice el traductor de la reciente edición citada de la editorial española, de unas memorias, si no de otra selección de su obra ya en los últimos años de vida. En ella actualiza algunas de sus reflexiones sobre el oficio, en concreto, en el capítulo “Von der Reportage”, donde además de quejarse de los numerosos plagios de su primigenio libro sobre el espionaje de Redl, profundiza en la naturaleza de este género periodístico, que ya adelantó en el prólogo a su famoso libro “El reportero frenético” (de cual proceden las citas más celebradas y discutidas de Kisch como “Nada es más asombroso que la simple verdad, nada más exótico que lo que nos rodea, nada más imaginativo que la objetividad”). Estas declaraciones responden al contexto del movimiento vanguardista conocido como Nueva objetividad, Neue Sachlichkeit, que se posicionaba frente a los cánones tradicionales de la novela. El reportero frenético, como E. E. Kisch era conocido, argumentaba tras los horrores de la Gran Guerra que la realidad ofrecía elementos más poderosos y aterradores que los que la imaginación podía llegar a proveer. Se incrementó el interés por la literatura de los hechos, el aquí y ahora recuerda el ser existencial, el Dasein de Heidegger. Pero como él mismo se dio cuenta esa objetividad no estaba reñida con la fantasía del reportero, de tal manera que bajo sus manos elevó el reportaje a la categoría de género literario. En “El reportaje como forma de arte y combate” (1935) afirma que el verdadero escritor no debe olvidar su condición de artista, de intentar crear una obra de arte como denuncia que relacione el pasado y el futuro con el presente; sólo así, haciendo uso de la “fantasía lógica”, evitará caer en la banalidad y en la demagogia. Pero por muy artista que sea, nunca deberá prescindir de la verdad. “La verdad es la más noble de las materias primas del arte y la precisión es el mejor modo de crear una obra de arte”, concluye.


Rudolf Schlichter - Portrait of Egon Erwin Kisch, 1928
Por cierto, Billy Wilder quiso llevar al cine la caída del coronel Redl pero como cuenta en sus conversaciones con Hellmut Karasek recogidas en el libro “Nadie es perfecto”, le propuso a Charles Laughton el papel protagonista y este no quiso en los inocentes años 50 asumir un papel de homosexual, puesto que lo era. De la importancia de los hechos da cuenta, sin embargo, que no han faltado recreaciones cinematográficas, la última del húngaro István Szabó, siendo protagonista Klaus Maria Brandauer, pero para el célebre director de Hollywood, no muy afortunada en la elección del protagonista.
Egon Erwin Kisch fue el mentor de Billy Wilder en su etapa berlinesa de periodista. El que luego fuera genial comediógrafo conoció a Kisch en el Café Románico, un local amplio que contaba al menos con 70 mesas, una de las cuales era llamada Tisch von Kisch, la mesa de Kisch. Como parte de la intelectualidad de izquierdas eran asiduos, entre otros, Joseph Roth, Bertold Brecht, George Grosz, Franz Werfel o Stefan Zweig.
Kisch buscó a Wilder un apartamento cercano al suyo y los domingos en casa de Egon, además de que Billy apreciaba la cocina de su mujer, podía disfrutar junto a él de la afición compartida por el fútbol, improvisando una portería con dos sillas, con una enmohecida pelota de tenis que hacía las veces de balón.*



El DBC -Deutscher Ballspiel Club- STURM PRAG (“Tormenta de Praga) fue fundado en 1898, como se ve el el escudo sus colores eran el negro-azul. Perteneció en la primera década de 1900 a la Federación de Asociaciones Alemanas de Fútbol en Praga. La historia del club da cuenta de los aconteceres políticos de la primera mitad del siglo XX:
1904. El club se incorporó a la Asociación de Fútbol de Austria Ö.F.V.
1911, se funda la Federación de clubes alemanes en Bohemia-Moravia,un subgrupo independiente de la austriaca.
1919. Después de la creación de la República checoslovaca formó parte de la Československý Svaz Fotbalový (ČS.S.F.) y en 1921 se unió el club al fútbol checo: Asociación "Český Svaz Fotbalový" (Č.S.F.).
A partir de 1923 también hubo una organización paraguas "Československá associace footballová "(ČS.A.F.), y el D.B.C. TORMENTA de Praga si se me permite el mal chiste perteneció a ella.
En 1939 junto a las demás asociaciones alemanas se incorporó al "Sudetenland  Gauverband (XVIII)", Confederación de los Sudetes".
En 1940 tuvo lugar su integración en la comunidad nacional de gimnastas socialistas (N.S.T.G.) de Praga.
1945. Año de su disolución coincidiendo con el final de la Segunda Guerra Mundial.
Otra curiosidad: hace unos días en la tercera ronda previa de la Liga Europa a un linier le abrieron la cabeza por el lanzamiento de una botella desde la grada. Las imágenes fueron espeluznantes. Ese partido (contra el AEK Larnaca) se jugaba
en el estadio del Sturm Graz. 
Pues bien, El SK Sturm Graz fue fundado el 1 de mayo de 1909. La "tormenta" epónima se inspira muy probablemente en el prestigioso club checo DBC Sturm Prag que había sido invitado a Graz, la capital del estado de Estiria en el Sur de Austria, los días 18 y 19 de abril de 1909.
* Uno de los casos de espionaje más célebres previos a la Primera Guerra Mundial tuvo bastante que ver con esa aficón al balón. Lo cuento aquí en Iusport.