Últimamente, por razones que no estoy
en posición de desvelar, me han censurado un par de artículos, qué
difícilmente encontraréis en papel o en la red. No es que tenga
demasiados lectores, pero algunos que me siguen atentamente son muy
poderosos. Al final, voy a estar de enhorabuena por “publicar en
provincias”, como hago semanalmente. ¡Ahí sí que no me meten
mano! Esta es mi columna del domingo para el Diario de Soria, les
debo agradecer que aunque cada vez hable menos de fútbol sigan
igualmente publicando mis columnas deportivas y que de vez en cuando
me envíen una mantequilla soriana de toda la vida, y ya en mesa por
el recién otoño, la primera suculenta remesa de setas. Me vendo por
muy poco.
EL TEMA
Los
columnistas, debemos una y otra vez escribir sobre temas de
actualidad, aunque por motivos dignos de análisis tendemos a irnos
por las ramas más que ceñirnos al tronco -la columna-. Preferimos
entrar en disquisiciones, incluso filosóficas, al margen de lo que
se está hablando, con ribetes bien estéticos, eruditos o de
metafísica profundidad.
El
verano que esta semana ha dado muestras de sofoco no es bueno para el
columnista. Le entretienen otras musas que luego no van al papel.
Además, alejado de su sedentario hábitat corre el riesgo de perder
los pocos temas que dentro de la banalidad estival pudiera encontrar.
Sin las moleskine que no llevará a la playa ni a la dispersión de
los chiringuitos, sin las libretas caseras, esas notas tomadas en una
terraza con el favor de una jarra de cerveza fresca se perderán
entre otros papelicos, tickets, y folletos turísticos de cada
lugar.
La
búsqueda del tema para el columnista de fuste es de lo más
preciado: sin tema, no hay columna. Repito obsesionado tema, el tema
perdido este verano que ya nunca encontraré y al menos respiro
aliviado de que el maestro Lázaro Carreter, ese fiscal implacable de
la prosa mediática no pueda vigilarme. Le irritaba el abuso del
término, tal vez porque en la mayoría de los casos hubiera asunto,
más que tema: “la tendencia triunfante en el léxico a anular los
matices, llamar tema a todo y filosofía a nada. “Signo máximo de
indigencia mental”.
Pero,
yo he perdido ambos, caray. Ni
tengo tema ni tengo asunto. Muy enchufado al medio. No creo que ahora
se abuse de la palabra tema, salvo en situaciones puramente
triviales.
En
busca del tema perdido solo me queda un verano de bicicletas y
barbacoas, huyendo del infierno de Madrid. El azul de Cádiz y el
jabugo de la sierra de Aracena, que Miguel, Migué, er de los cinco
balcones, ya me ha mandado aquí. Volver a Madrid, sin hallar el tema
perdido, pero con el jamón en la puerta y sin la
voracidad de mi suegra.
Prosigo
mi viaje a Zahara de los Atunes, ya sin el Krahe, sin pasar por su
Triguito también perdido – Blas, he cedido a la presión
inmobiliaria-. Me zambullo en las olas y no encuentro mi tema. !Qué
difícil la vida del columnista en verano! Paso los últimos días en
Sanlúcar, gracias a la hospitalidad de Manuel y de otro Miguel, su
hijo, en su maravillosa casa hostal Alcoba, el más valorado en las
redes, que me cede su azotea y cocina, desde donde por las noches
entre gin tonics suspiro con el sur que perdí hace unos años y
donde viví mis más jóvenes años. Mientras pelo los langostinos de
Sanlúcar en casa Bigote, qué dura la vida del columnista que no
encuentra tiempo para darle a la tecla. El domingo voy con mi suegra
al fútbol, ni en ese espacio me libro de su presencia. Juega el Cái
contra el Algesiraac, (Querai o no querai Algesira ez Cai”), me
gusta más su su canto “Ningún ser humano es ilegal”, me asombra
esta vez su dicción castellana, cuál de ellos habrá entonado su
alcalde. Pienso que los dos, ahora mismo la empanada gaditana lo
mismo defiende el señorío de Pemán, ese depurador del régimen
cultural que puso letra cursi al himno de España que se hace cofrade
de no sé qué, porque Cai, eso pienso yo es fenicia y muy anterior a
las religiones monoteístas que por suerte tampoco conoce mi suegra
nipona, que complicado, quillo, su religiosidad, pero esto será ya
tema de otro artículo, otra canción, que diría Javier.