Las cuentas pendientes
Gastón Segura
Gastón Segura
Editorial Drácena, 210 págs, 15, 95 € (2015)
No hace falta recurrir a la Wikipedia si te quieres enterar de palabras tan estrambóticas como serendipia. Basta el anuncio de un coche para coger la idea al vuelo. En la
literatura existen también las serendipias, lo diremos ya: la
anticipación del relato literario a un hecho real. La
más célebre es la recogida en “Las aventuras de Arthur Gordon
Pym”, donde Edgar Allan Poe hasta vaticinó entre los detalles de
la catástrofe, el nombre de la víctima, el joven grumete Richard
Parker. Morgan Robertson describe
otro naufragio de un barco llamado Titan,14
años antes del hundimiento del más célebre, el del Titanic. Titan
y Titanic chocaron contra un iceberg en un mar tan tranquilo como un
espejo, cercano a la isla de Terranova, junto a otras tantas
coincidencias.
(Publicado en el Diario de Soria/El Mundo, 3 de enero de 2017. En Diagonal aquí:
El
crimen en Alicante, de la viuda del antiguo presidente de la CAM,
dentro de un Porsche,volvía terriblemente a repetir este fenómeno
literario -habrá que creer en la inmanencia profética del arte-
pues algo parecido sucede en “Las cuentas pendientes”, de Gastón
Segura. Por medio, un mismo
Porsche Cayenne, una Caja de ahorros de Alicante -Gastón es medio
alicantino- y negocios muy turbios con familias enteras alrededor de
ellos. Veamos. La fortuna familiar se basa en un patriarca ya ausente
en ambos casos: el padre de la chica. En la ficción Raquel Planas,
la heredera, casada con el luego presidente de la entidad financiera,
Roque Durán, que para ello dejó oportunamente plantada a su novia
Cloti, amiga de Raquel. El relato (se sirve de la analepsis,
del racconto, más
bien) arranca con su muerte, contemporánea a la desaparición de su
hermano Jero. Pero este puso antes a buen recaudo la gruesa
documentación que prueba el vaciamiento de la Caja. (La CAM fue
comprada por un euro y con la ayuda de unos 5.000 millones para tapar
su agujero). Toda la contabilidad, la A y la B, “con los cobros a
unos y los pagos a otros, en Panamá, en Andorra, en Ginebra....”
Cuando
en 2009 Moncho Alpuente le encargó, entre cerveza y cerveza, esta
novela negra en la plaza de Carlos Cambronero de Malasaña (8 días
antes de que Moncho nos abandonara, en el mismo garito compartí con
él unas cañas), a este levantino le dio por adelantar la mala
nueva: la quiebra de las Cajas y la fiebre del Gobernador del Banco
de España por buscar a los primos Zumosol de ellas. Gastón Segura
no es amante del género, sin embargo, es autor de una perla inédita
sobre otro asesinato: la del hermano del periodista de la BBC en el
exilio, Martínez Nadal. Por fortuna, pronto saldrá a la luz,
después de esperar aún más años que Las
cuentas pendientes. Parece
el sino de este sorprendente y, por momentos, enorme escritor, al que
es difícil encasillar, o a esta obra, desde luego, por los transidos
márgenes de la senda detectivesca. Nada más atípico que el
protagonista, burla de un Sam Spade o Philip Marlowe al uso, que
asiste a la investigación como invitado accidental. Personaje,
fuente de la historia, a través de sus diálogos (o monólogos) y
los del narrador desdoblado en segunda persona, donde el tono
intimista se impone a los externos, a veces pirotecnia de jergas,
quiebras berlanguianas de seducción chusca (la madura coleccionista
de monedas). ¡Ay, ese billete de 500 de Zuloaga, el Macguffin
hitchcockiano, hasta dónde lleva! Parecido también a la maleta,
luego estatua de la libertad, etc., en Frenético de Polanski.
Película que junto al Tercer hombre, o el Hombre que sabía
demasiado, del maestro del suspense (Hitchcock) parecen inspirar la
trama y el modelo narrativo, al lado de ese otro plano coloquial,
donde el empleo de esa segunda persona, nos dice que las cuentas
pendientes las seguirá pagando el protagonista en su huida a ninguna
parte, porque su naturaleza es íntima y están unidas a su fracaso.
La
instrucción del asesinato de María Carmen Martínez, la viuda del
preboste de las finanzas provinciales, nos permitirá verificar
aquella máxima de Julio Verne, el mayor cazador de serendipias (De
la Tierra a la Luna
y Alrededor
de la Luna,
Veinte
mil leguas de viaje submarino
o Los
quinientos millones de Begún
están
llenas de ellas): “Todo lo que un hombre puede imaginar, otros
podrán hacerlo realidad”.
https://www.diagonalperiodico.net/culturas/32697-serendipias-tragicas.html)