Nunca me ha entusiasmado demasiado la poesía, la verdad. Salvando algunos clásicos. Lo diré con un ejemplo. De Antonio Manchado, cuyos poemas son limpios (¿transparentes?), de una belleza y hondura reconocidas, prefiero leer sus artículos en prensa, especialmente los últimos. Puede que sea porque son menos conocidos, y aún menos, los que corresponden a su febril actividad en los primeros meses de la guerra.
El caso es que entre los pocos poetas que frecuento está Ángel González. Tal vez sea porque no lo veo como el poeta lánguido que debe vestir su poesía con esos ropajes ajados y gastados ya por la edad, a veces, patéticos. Escucho la voz de un hombre, capaz de meter el humor en un soneto o la gravedad y el asco o el sexo deseado, vivido, recordado.
Tengo un CD- libro de Visor y “gracias a El País” una antología suyas que hoy he comenzado en el metro. ¿Es buen lugar la poesía para el metro? Bueno, yo busco los libros que por sus dimensiones pueda abrir un tanto cómodamente y de lectura más fácil y fragmentaria.
De su primer libro, Áspero mundo, he elegido este poema. Podéis incluso escucharlo aquí, además de disfrutar de otra antología: http://www.cervantesvirtual.com/bib_autor/AGonzalez/catalogo.shtml
MUERTE EN EL OLVIDO
YO SÉ que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita...
Ángel González