Este blog ha permanecido más tiempo del previsto con una entrada cursi en que rendía pleitesía al otoño y sus colores. Y mientras, mudo, en blanco. Dan ganas de seguir la misma corriente. De hecho lo hago, de blanco en blanco sigo porque me toca el invierno, que un día de estos empezará también ad calendas...Es lo propio de un blog cuasi familiar. Lo que no quiero es que se cuele gente aprovechada, que me parece bien que vaya a lo suyo, pero que al menos sepa ser agradecida. Lo cual, tampoco esperaba, ya que la hidalguía no abunda. Lo mismo que el talento y otro pico de inteligencia.
Así fue que la semana del 20-N, en que estuve tan cerca de donde murió Durruti, en esta página rindiendo culto a Brumario, quedará en brumas.
Por el contrario, podríamos hablar del centenario de la CNT. Hace bien poco, conocí a uno de los cámaras que grabaron el multitudinario entierro de Durruti, cámara al hombro. Se trata de Juan Mariné. Tenía 16 años, ya dos de experiencia filmando, y una ilusión que era colectiva por hacer bien las cosas, se contase con pocos medios o menos: para que las imágenes de la cámara sobre el hombro no registrasen su cabalgar, llevaban un libro en el sobaco. Juan, en la batalla del Ebro hizo las fotos del frente que le pidió el comandante Líster. Pasó a Francia y se fugó del campo de Argelés una noche de gélido invierno cavando por debajo de las alambradas y caminando junto al mar hasta llegar a una casa que le acogió. Cuando años más tarde volvió a Barcelona para seguir su oficio, le dió el carnet el mismo miliciano en el mismo palacio que en el corto verano de la anarquía del 36. "¿Anda, y tú que haces aquí!". Por lo visto, era un espía. Otro día, os cuento más. Juan Mariné, después se encargó de la fotografía de un montón de películas, las de Joselito, por ejemplo. Y sigue en activo, (el 31 cumplirá 90) de restaurador de películas como el entierro de Durruti, en la que por cierto se ve a un grandullón con el brazo en cabestrillo al lado de la compañera del héroe libertario...el sargento Manzana. Ya conocíamos la foto.
Vuelvo al blanco. Parada en Aranda para repostar y lo que fuera menester.
De las pistas de Valdezcaray tras un caldo y pasar por la zona de pic-nic bajamos al valle del Oja, mercado del camino atiborrado en Santo Domingo con los primos Javi y primas Elena y Marian.
De vuelta a Madrid tuve que pasar por Logroño, entramos en El soldado de Tudelilla en la calle San Agustin, donde cada vez se está más a gustín, con tantos templos nuevos que honran a Baco. Pero más que sus copiosas barras, prefiero los chicharros escabechados y sardinas picantes (razón Ikuko) de esa taberna a la que mi padre me llevaba en los tiempos en que estaba en la calle Laurel y aún era mucho más estrecha. Ahí conocí a sus fundadores, Tomás, ya fallecido como mi padre, y su mujer Jacinta, que esa misma tarde hablaba por teléfono con su nieto mientras este desde la barra nos atendía. Tomás y Blas Nicolás José hicieron la guerra juntos y compartieron una camaradería imborrable, porque algo bueno tienen que tener las guerras y yo que era un mocoso de la edad de Martina lo notaba cada vez que bajábamos a Logroño. Mi padre, de buen comer, prefería su vino peleón y brindar por el buen vino de aquella juventud a marcharse sin saludarlo.
¿Por qué se llama Puerta Cerrada?
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*La plaza de Puerta Cerrada* se llama así por una puerta de la muralla
cristiana del siglo XII. Estaba situada más o menos donde está el paso de
peaton...
Hace 5 días