miércoles, 20 de mayo de 2009

Castilla del Pino, de la estirpe de los sabios


Últimamente parece que pasan más cosas malas que buenas. En el caso de Castilla y Benedetti podría decirse que son males asumibles. Vidas plenas y cuasi-nonagenarias. El primero nos hablaba de la muerte como impertinencia. Subjetivamente se entiende, puesto que ninguna otra cosa nos pertenece tanto, o más bien, pertenecemos a ella. Resultan inútiles, lo mismo que patéticos nuestros esfuerzos por ignorarlo. No hay una ley, -o sería como muchas, baldía- que nos garantice el derecho a una vida plena y longeva. En cambio, admitámoslo o no, existe una ley no escrita verdaderamente imperativa: la siempre impertinente e inexorable llamada de la muerte. Que no respeta horarios ni estadísticas, voluntades ni súplicas, rezos ni resurrecciones...
Y es un mal asumible a pesar del instinto de aquellos que quieren seguir viviendo en cualesquiera condiciones de vida. Decía el maestro en una de sus últimas entrevistas que "la vida biológica la queremos prolongar al máximo porque mientras hay vida hay biografía".
Es completamente innecesario que trace aquí un perfil de sus vidas. A ambos se les ha reconocido ampliamente su valía por gente mucho más cualificada que quien les entretiene. Que a veces no falte algún impertinente falto también de toda razón es algo aún más omprevisible.
Personalmente, en todo caso, poco o nada puedo aportar. Leí "Pretérito imperfecto" y esperé con anhelo inusitado la segunda parte de sus memorias "La casa del olivo". Pocas en su género son comparables en nuestra lengua por su impecable redacción y notarial contenido del siglo que le tocó vivir. Su obra científica es abundante y muy reconocida por las últimas generaciones, que barrunto, continuará siendo preciosa herramienta. Que gran parte de la misma se produjera fuera del estrecho mundo académico refleja fielmente su época. Y una de sus mayores heridas sangrantes, la cátedra que en repetidas ocasiones le negaron hasta llegar a extremos violentísimos, como los que describe mucho tiempo después en sus citadas memorias.
Estuve en el homenaje por su 80 cumpleaños en el Círculo de Bellas Artes, el 15 de octubre del 2002. La foto de cabeza la he extraído del libro que para esa fecha editó su fundación.
Sid tibi terra levis, Maestro.
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De don Mario, elegiremos otro momento para resucitarlo con sus poemas. Hoy, sólo una anécdota. (Y me guardo otra más personal para otro momento):
Sería finales del 90 o poco más cuando acudí a la Universidad de La Laguna para escucharlo. Después de su conferencia no faltó tampoco el pesado impertinente de turno qu le preguntó por Ciorán. Con una naturalidad envidiable Benedetti le contestó que no conocía al tal Ciorán, lo que no satisfizo al interpelante que volvió a la carga, ilustrando a don Mario y de paso a todo el auditorio sobre tal imperdonable laguna (¿o debo poner Laguna, en atención a la sede?).
Bien pude apreciar el mal que las lecturas de Savater estaban causando en España con sus grandes descubrimientos. Casi me alegro de que al insigne poeta uruguayo no le afectaran.

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