sábado, 23 de abril de 2011

Una japonesita en México

Dado que estamos de vacaciones, es un decir, como ya he practicado alguna vez cedo mis posts a mi señora, que además, lo hace mucho mejor. No sé si es por viejo o por desencantado (o cansado), pero cada vez estimo menos mis artículos de opinión; en cambio, Ikuko tiene dotes inconfundibles para la escritura. Transcribo aquí sus impresiones de su viaje a México hace algunos años.

Tenía monos en la cara.



















Ninguna vez he tenido una experiencia tan intensa como la que me pasó en México. Fui con una amiga mía y estuvimos unos días juntas en México D.F. y después cada una siguió su itinerario. En la capital, cogimos el metro recordando lo que decía la guía : "Ten cuidado con los atracadores en cualquier transporte". Eché un vistazo por el vagón. Mi vista coincidió con una señora que estaba delante de nosotras. Luego, miré a otro señor, también nos contemplaba. Resulta que todos los pasajeros clavaban los ojos en nosotras. Salimos del metro para volver al hostal. En el camino me llamaron mil veces para enseñarme dónde estaba el hostal en el que nos alojábamos, aunque no les había preguntado nada ni les había dicho el nombre del hostal. No sé porqué a mi amiga nadie le decía nada; en cambio, yo cada vez que me llamaban tenía que detener mi paso, así que mi amiga llegó al hostal antes que yo. Al principio, sospechaba que me iban a engañar, pero me di cuenta de que solamente querían ayudarme.




El día siguiente, me desplacé de México D.F. a Cuernavaca. Cogí un autocar muy cómodo y mientras iba viendo el paisaje, me vino a la memoria una información que había leído en la guía que decía que una viajera japonesa fue asesinada por un atracador por la razón de que ella no entendía español cuando ese asesino le pidió dinero. Por lo menos, yo conocía la palabra "dinero", así que imaginaba cómo comunicar con la agencia de seguro si me robaran todo lo que tenía. Tenía que coger un autobús para llegar al centro. Me preocupaba cómo podía saber la parada, pero en México, no hace falta preocuparse de estas cosas. Eran ya mis amigos desde el primer momento. Cuando llegamos al centro, todos los pasajeros me miraron y me dijeron: "¡Ahora tienes que salir!, !Ya estamos en el centro!" Por supuesto que no les había preguntado nada de nada.




Unos días después, recorrí San Miguel de Allende. Era un pueblo pequeño pero me encantaron las casas con muchos colores, sobre todo había un ambiente de artistas. Todavía recuerdo la sensación que tuve cuando vi la habitación de Siqueiros, uno de los tres muralistas famosos, en la Escuela Universitaria de Bellas Artes. Casi me llevó al otro mundo, como los cuadros de Dalí.




Antes de despedirme de México, me reuní en la capital con mi amiguita y fuimos a subir a la pirámide de Teotihuacan. Una chica embarazada estaba subiendo sin ninguna dificultad, en cambio, yo no podía respirar bien, además me dolía la cabeza y el corazón latía a tope por la anoxia a causa de la altura. No quiero admitir que era por falta de ejercicios físico aunque mi amiga podía subir rápidamente.
Volvimos al centro y paseábamos buscando algún regalo. De repente, apareció un chico delante de nosotras y nos chilló: "¡¡¡Waaaa!!! y desapareció sin decirnos nada. Sólo quería asustarnos. Todavía no entiendo porqué. Un rato después se nos acercó otro chico y y nos cantó unas canciones japonesas. Los dos jóvenes tendrían más de veinte años. Quiero decir que ni en Japón ni en España solemos actuar como ellos. ¿Cómo explico la personalidad de los mexicanos? Me vigilan en el metro y en el autobús. Me indican mi dirección antes de preguntarles. Aunque los yanquis nos llaman monos amarillos, no tenía ningún mono en la cara. Pero bueno, México es una caja de sorpresas.

1 comentario:

  1. Maestro ,caigo rendido ante los pies de su señora y amante esposa.

    Un abrazo.
    Antonio Ortiz.

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