Antonio Martínez y las patrañas del fútbol
Pensaba que Pouso, el célebre entrenador del no menos célebre Mirandés, quiso llamar pachanga (el partido como fiesta) a este último play-off entre el Real Madrid Castilla y el Deportivo Mirandés, pero no se equivocó al calificarlo como patraña antes y ratificarlo a preguntas del que esto escribe, después del partido de ida jugado en el estadio Afredo di Stéfano de Valdebebas. Según el María Moliner, patraña es "enredo o embuste; cosa falsa que se cuenta como verdadera; particularmente, cuando la falsedad es muy grande y hay mucha complicación de sucesos". No el menos fácil de explicar de los muchos acaecidos fue la grave lesión de Antonio Martínez a manos de un excompañero, en realidad también castillista como él desde alevines. Pero no fue un manotazo duro -como dijo el poeta- caído "desde un cielo gris desconsolado", sino "un hachazo invisible" y fratricida, ocultado deliberadamente por los medios que muestran solo los goles (lo demás no es fútbol) y omiten como al jugador rojillo lo llevan en camilla, y más aún, la entrada tan a destiempo, sin balón y en el medio del campo del capitán del Real Madrid B, Nacho Fernández. Este, además no se interesa por el ángel blanco caído, al que acaba de fracturar la tibia y el peroné. ¡Qué va! Para nada. Este otro ángel blanco, de corazón negro, al contrario, se revuelve y encara contra los jugadores del Deportivo Mirandés. Por su acción el 4 del Castilla debió ser expulsado, en cambio él a veces llamado trencilla tan solo le apercibió con una tarjeta blanca, perdón, amarilla. El conjunto de Anduva que había fallado un penalti por no tener quien lo tirase, venía a una pachanga dando descanso a los titulares: se encontraron con una patraña Pouso dixit), más cuando el mismo trencilla sí que expulsó al portero visitante, después de pitar otro penalti tan discutible como el primero. Que luego la crónica solo destaque los goles conseguidos por los jóvenes valores del Real Madrid Castilla ignorando la mucha complicación de sucesos, de la que nos ilustra el María Moliner, no niega los hechos como se obstinaba Hegel -"peor para los hechos"- cuando refutaban sus teorías, sino que da cuenta a su pesar de la patraña del partido y la propia complicidad mostrada de los medios.
En la merecida comida del martes del presidente de la institución blanca con los cachorros merengues en el salón VIP del Santiago Bernabeu, presente también don Alfredo, alguien debió explicar al joven capitán castillista, cuales son los valores vigentes del mayor club del mundo. Quizá alguien debería haber dejado claro a Nacho Fernández, mirándole a los ojos, que esa entrada tan tardía e injustificada no fue un desafortunado lance del juego, sino una acción torpe y reprochable, castigada como tantas veces tibiamente por el llamado trencilla cuando perdón por el macabro chiste, de tibias hablamos; que al menos habría merecido dicho reproche de los máximos responsables del club.
Hubiera quedado así claro cuales son los valores que presiden el deporte rey, si el resultado por encima de todo, la efectividad a cualquier precio, o bien la entrega y nobleza, esos viejos valores que solo un club romántico, el Athletic de Bilbao parece defender al margen de la consecución de otros títulos.
Llega ahora la vuelta en Anduva, donde otra afición más propia también de otros tiempos, implorará (y vitoreará) a su ángel rojo, Antonio Martínez, caído sobre el cielo gris de Madrid, gris de bochorno y de verano desocupado:
¡Martínez, Martínez!
Levántate: te esperan tus botas.
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