Hace 150 años Galdós nos contaba lo que ahora vemos en imágenes grabadas: niños salvajemente atizados, o mujeres o ancianos o cualquiera que pasara por ahí. Y que no es que la historia se repita pero los 35 años de la Isabelona terminaron como terminaron y los otros tantos de su nieto, el XIII, ni te cuento.
"Algunos ateneístas de los que se arremolinaban en el pasillo pensaron salir...
- No salgan ahora; no salga nadie...Por poco me gano un sablazo...El dolor que tengo ahí, ¡ay!, es de un golpe, ¡ay!, es de un golpe, ¡ay!...Se me vino encima la cabeza de un caballo...Ya cargan, ya vienen cargando por la calle de la Montera..."
Nota mía: en esos años el Ateneo estaba en esa bulliciosa calle de Madrid.
"Chiquillos audaces plantábanse frente a los corceles, y con los dedos en la bocas soltaban tremendos silbidos. Al golpe de las herraduras, echaban chispas las cuñas de pedernal de que estaba empedrada la calle costanera. Un individuo a quien persiguieron los guardias hasta un portal de los pocos que no estaban cerrados, cayó gritando: "¡Asesinos!
Hacia la esquina de la calle Aduana, dos sujetos de buen porte retiraban a una mujer descalabrada.
- ¡Sangre!...Esto va bien.
Por la calle de Sevilla y Carrera de San Jerónimo había pasado la tragedia, dejando en las baldosas huellas de sangre. Los que allí perecieron no eran gente díscola y bullanguera, sino pacíficos señores que en nada se metían, iban a sus casas, salían del Casino o del café de la Iberia, pensando en todo menos en su fin inminente..."
- No salgan ahora; no salga nadie...Por poco me gano un sablazo...El dolor que tengo ahí, ¡ay!, es de un golpe, ¡ay!, es de un golpe, ¡ay!...Se me vino encima la cabeza de un caballo...Ya cargan, ya vienen cargando por la calle de la Montera..."
Nota mía: en esos años el Ateneo estaba en esa bulliciosa calle de Madrid.
"Chiquillos audaces plantábanse frente a los corceles, y con los dedos en la bocas soltaban tremendos silbidos. Al golpe de las herraduras, echaban chispas las cuñas de pedernal de que estaba empedrada la calle costanera. Un individuo a quien persiguieron los guardias hasta un portal de los pocos que no estaban cerrados, cayó gritando: "¡Asesinos!
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