Sigo leyendo el blog de Javier Ortiz, que mantiene muy vivo el amigo Mikel Iturria*. Por ello mismo lo mantengo por encima del resto de mis afinidades. El apunte de hace unos días (http://www.javierortiz.net/jor/jamaica/quien-tiro-la-piedra) me ha recordado al personaje objeto de ese remedo linchamiento: El asesino de Rocío Vaninkof. No puedo decir que tuve el gusto de conocerle, pero sí puedo dar cuenta de una visita que por gajes de mi oficio me correspondió hacerle. Lo que transcribo es tal cual lo reflejado en una especie de diario hecho para la ocasión. Nunca lo he publicado. Hoy lo dejo descuidado encima de la mesa para que alguno de mis huéspedes pueda hojearlo como sin querer. ¡Pero sin pasaros, eh!, si no tendré que hacer como el difunto Castilla del Pino, que lo rotulaba convenientemente en Deutsch, Tagebuch, para evitar miradas curiosas. ¿Tomaría la precaución de escribirlo también en alemán?
Lunes, 15 de diciembre 2003.
Alexander Tony King.-
Leo en la prensa Los delitos contra la propiedad bajan, aunque aumentan los homicidios y las violaciones, Tony King iba para rey de estos últimos. Acabo de “visitarlo”, sabía que más pronto que tarde podría suceder. De casualidades o no quiero hablar. Estoy terminando de leer Modernidad y Holocausto de Zigmunt Bauman, en concreto, el sábado antes de comer el cap. La ética de la obediencia (lectura de Milgram). Por la tarde debo devolver 2 pelis al video-club (2ª vez que lo hago en varios años, me refiero a cogerlas, no a que no las devuelva). Había ido a por Nueve Reinas y de 2ª tras alguna duda elegí Das Experiment, que no llegué a ver en los Alphaville de Madrid. La veo y veo a Milgram por todas partes, aunque el experimento basado en hechos reales no fue el de este psicólogo. Joder si lo intento no ilustro mejor la sobremesa.
Tras el domingo primaveral de parque y pescaíto, esta mañana vuelvo a la realidad del trabajo. Salgo de casa a las 9 y me sacude un terral, propio de agosto. Los termómetros, esta vez no engañan, 20 grados, si se prefieren las cifras. Me entero de que tenemos que ir una comisión a notificar al famoso King sobre una presunta tentativa de violación, cometida sólo unos días antes de su célebre detención. Mi compañero lee la denuncia grosso modo, nada de particular, para que seguir, pero mi avidez de lector aprovecha el trayecto en el taxi para dar cumplida cuenta. La denunciante, también inglesa y ni papa de español, a pesar de trabajar aquí (claro que en un PUB, que como la propia palabra, es de ingleses. De esto hablaré después) esperó unos días a una amiga que hiciera de intérprete para denunciar en comisaría. En las ampliatorias tras la captura de King hace un relato de los hechos más amplio e, incomprensiblemente, en su inicial denuncia omite muchos aspectos relevantes, a la vez que contradictorios.
Llegamos a la prisión, mi compañero prefiere que lo suban a los locutorios. Mira mejor pasamos por las oficinas. Nos confirman que para subirlo tendrían que montar un buen numerito. Por norma general a los asesinos los sirven aparte, después de los veintitantos que llevamos. Vamos a su módulo. Sin intermediarios todo es tan rápido que corremos el riesgo de pillarlo en la cama y despeinado. Nos “recibe” en su celda tras los barrotes: lo único que me recuerda que estoy en una prisión real, no como la del experimento. La comparte con otro inglés, que hace las veces de intérprete. Si no fuera porque solícitamente se dirige a nosotros no le reconocería. Bueno, es que no le reconozco. Los funcionarios de prisiones le llaman y el responde. Si lo hubiera hecho el otro, yo me hubiera quedado igual. Lleva bigote, una incipiente barriguita, es de una estatura muy media. Con pantalones cortos, tal vez un bañador, no dejamos de estar en la costa del sol; y un sweater. Su bigote no le hace más fiero, sino más simpático, o perdón, ayuda a ver en él, junto con los demás rasgos descritos, un aire más familiar. (Perdón, de nuevo, parece un colega enrollado, pero, ¿cómo nos puede caer bien un serial killer? A esto con la ayuda de Arendt, es susodicho Bauman y otros autores responderé al final) Mientras escribo me fijo en sus piernas. En la denuncia que tengo en mis manos la víctima se fijó en que eran muy atléticas. Y lo son, es el único dato que corroboro. Este intervalo lo aprovecha para preguntarme (lo hacen a menudo) porque no recibe las notificaciones en inglés. Tiene en parte razón. Un verdadero intérprete debía leerle o al menos resumirle el contenido de lo notificado en la lengua para el más comprensible. Otra cosa es tercermundista, como una vez indignado señaló un juez de guardia en Plaza Castilla (aunque para otras cosas no hacía ascos, dicho sea de paso). Lo que tampoco pueden pretender es que el inglés pase a ser nuestra lengua oficial, ni es de recibo que se quejen, sobremanera, de que hablamos español. Hasta ahora a ningún árabe se le ha ocurrido saludarme (en el mismo ámbito o en otro) con un “En árabe solamente”, dicho en árabe, of course, o a un balcánico, diciéndome que sólo entiende serbocroata, etc. En resumidas cuentas, el problema es creciente, dado que cada vez son más los inmigrantes por estos pagos, bien tengamos el gusto de llamarles turistas o de aquellos otros a los que reservamos la categoría toda. Si la Justicia es nuestra particular Cenicienta, en esto no nos íbamos a parecer a las Naciones Unidas.
Han sido unos pocos minutos, pero como otras veces, una excelente clase práctica. Abandono los reales pasillos carcelarios, absorto en mis asociaciones, 50% de azar y el otro 50 intuyo que lo pongo yo. La película recién vista, la obra citada de Bauman. Recapitulo alguna conclusión ya sabida:
Lunes, 15 de diciembre 2003.
Alexander Tony King.-
Leo en la prensa Los delitos contra la propiedad bajan, aunque aumentan los homicidios y las violaciones, Tony King iba para rey de estos últimos. Acabo de “visitarlo”, sabía que más pronto que tarde podría suceder. De casualidades o no quiero hablar. Estoy terminando de leer Modernidad y Holocausto de Zigmunt Bauman, en concreto, el sábado antes de comer el cap. La ética de la obediencia (lectura de Milgram). Por la tarde debo devolver 2 pelis al video-club (2ª vez que lo hago en varios años, me refiero a cogerlas, no a que no las devuelva). Había ido a por Nueve Reinas y de 2ª tras alguna duda elegí Das Experiment, que no llegué a ver en los Alphaville de Madrid. La veo y veo a Milgram por todas partes, aunque el experimento basado en hechos reales no fue el de este psicólogo. Joder si lo intento no ilustro mejor la sobremesa.
Tras el domingo primaveral de parque y pescaíto, esta mañana vuelvo a la realidad del trabajo. Salgo de casa a las 9 y me sacude un terral, propio de agosto. Los termómetros, esta vez no engañan, 20 grados, si se prefieren las cifras. Me entero de que tenemos que ir una comisión a notificar al famoso King sobre una presunta tentativa de violación, cometida sólo unos días antes de su célebre detención. Mi compañero lee la denuncia grosso modo, nada de particular, para que seguir, pero mi avidez de lector aprovecha el trayecto en el taxi para dar cumplida cuenta. La denunciante, también inglesa y ni papa de español, a pesar de trabajar aquí (claro que en un PUB, que como la propia palabra, es de ingleses. De esto hablaré después) esperó unos días a una amiga que hiciera de intérprete para denunciar en comisaría. En las ampliatorias tras la captura de King hace un relato de los hechos más amplio e, incomprensiblemente, en su inicial denuncia omite muchos aspectos relevantes, a la vez que contradictorios.
Llegamos a la prisión, mi compañero prefiere que lo suban a los locutorios. Mira mejor pasamos por las oficinas. Nos confirman que para subirlo tendrían que montar un buen numerito. Por norma general a los asesinos los sirven aparte, después de los veintitantos que llevamos. Vamos a su módulo. Sin intermediarios todo es tan rápido que corremos el riesgo de pillarlo en la cama y despeinado. Nos “recibe” en su celda tras los barrotes: lo único que me recuerda que estoy en una prisión real, no como la del experimento. La comparte con otro inglés, que hace las veces de intérprete. Si no fuera porque solícitamente se dirige a nosotros no le reconocería. Bueno, es que no le reconozco. Los funcionarios de prisiones le llaman y el responde. Si lo hubiera hecho el otro, yo me hubiera quedado igual. Lleva bigote, una incipiente barriguita, es de una estatura muy media. Con pantalones cortos, tal vez un bañador, no dejamos de estar en la costa del sol; y un sweater. Su bigote no le hace más fiero, sino más simpático, o perdón, ayuda a ver en él, junto con los demás rasgos descritos, un aire más familiar. (Perdón, de nuevo, parece un colega enrollado, pero, ¿cómo nos puede caer bien un serial killer? A esto con la ayuda de Arendt, es susodicho Bauman y otros autores responderé al final) Mientras escribo me fijo en sus piernas. En la denuncia que tengo en mis manos la víctima se fijó en que eran muy atléticas. Y lo son, es el único dato que corroboro. Este intervalo lo aprovecha para preguntarme (lo hacen a menudo) porque no recibe las notificaciones en inglés. Tiene en parte razón. Un verdadero intérprete debía leerle o al menos resumirle el contenido de lo notificado en la lengua para el más comprensible. Otra cosa es tercermundista, como una vez indignado señaló un juez de guardia en Plaza Castilla (aunque para otras cosas no hacía ascos, dicho sea de paso). Lo que tampoco pueden pretender es que el inglés pase a ser nuestra lengua oficial, ni es de recibo que se quejen, sobremanera, de que hablamos español. Hasta ahora a ningún árabe se le ha ocurrido saludarme (en el mismo ámbito o en otro) con un “En árabe solamente”, dicho en árabe, of course, o a un balcánico, diciéndome que sólo entiende serbocroata, etc. En resumidas cuentas, el problema es creciente, dado que cada vez son más los inmigrantes por estos pagos, bien tengamos el gusto de llamarles turistas o de aquellos otros a los que reservamos la categoría toda. Si la Justicia es nuestra particular Cenicienta, en esto no nos íbamos a parecer a las Naciones Unidas.
Han sido unos pocos minutos, pero como otras veces, una excelente clase práctica. Abandono los reales pasillos carcelarios, absorto en mis asociaciones, 50% de azar y el otro 50 intuyo que lo pongo yo. La película recién vista, la obra citada de Bauman. Recapitulo alguna conclusión ya sabida:
Sobre “la solicitud de cooperación a las víctimas” (en el experimento, en el holocausto o de los presos reales), como arriba he barruntado, para mantener el tinglado burocrático, su eficiencia, el juego de autoridad.
Incluyo “la deshumanización de los objetos burocráticos”. A la víctima, también al presidiario, se la extraña de su humanidad, se la despoja de sus rasgos identitarios, se aniquila para que no dé problemas. En tanto, los verdugos o cualquier suerte de burócratas refuerzan los lazos de complicidad.
Y termino, contestando a la pregunta que me hacía de porqué pueden caer bien los asesinos. Pues, que como los nazis, tienen toda la apariencia de buenas personas, vecinos y familiares. Por mucho, que desde el poder quieran resucitar a Lombroso y Cía para estigmatizar a árabes y vascos, el criminal puede serlo cualquiera, más si media una relación de obediencia como bien saben los amos del mundo y señores de la guerra, y a la vez mayores criminales. ¡Sí lo sabrán ellos! Y, por supuesto, los experimentos de Stanley_Milgram fueron silenciados de mil maneras. Of course.
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* El de hoy es genial http://www.javierortiz.net/jor/jamaica/woody-allen. Forma parte de esas intimidades con que nos regalaba Javier, precisamente hablando de un genio como Woody Allen. Muy instructivo su reconocimiento. El cineasta puede parece plasta hablando siempre de sí mismo. Pero de qué puede mejor hablar cada vecino, incluido el de Manathan, que de uno mismo. Lo dejó muy bien dicho Montaigne en sus Essai:
"Je suis moi-même la matière de mon livre".
Javier Ortiz, un poco antes, sacaba este apunte sobre David Rojo, fundador de Periodista Digital, que hacía ¡UNA DE LAS SUYAS! a costa del famoso asesino:
ResponderEliminar"David Rojo, responsable y creo que también propietario– de una interesante página web llamada El periodista digital, tiene tras de sí un historial bastante conflictivo. Hermano del también periodista Alfonso Rojo, entró a trabajar en el El Mundo, de donde salió por la puerta de atrás acusado de ser «un profesional de la cleptocracia periodística», según dice hoy de manera un tanto elíptica un editorial de ese periódico. Ex cuñado de Ana Rosa Quintana, él fue, como se sabe, el negro que escribió a la presentadora televisiva la novela aquella de los largos párrafos plagiados, que tanto escándalo montó.
Cuando El periodista digital funciona como «periódico de periódicos», hace una labor de mucho interés, porque ahorra a las personas ávidas de información el tiempo y el dinero que cuesta saber qué dice el conjunto de la Prensa. Ha habido medios de Prensa que han acusado a El periodista digital de violar el copyright de los artículos que reproduce, pero no creo que tengan razón: ellos tampoco pagan a los autores por la reproducción electrónica de lo comprado en principio para su publicación en papel. Otra cosa es cuando Rojo utiliza su página web para emprender campañas personales, sea contra la dirección de El Mundo, a la que le tiene una inquina tan comprensible como poco confesable, y contra la jefatura de Interviú, a la que tiene enfilada muy probablemente porque fue esa revista la que descubrió los plagios que encerraba la novela que él escribió por encargo de Ana Rosa Quintana.
Ahora David Rojo es acusado de haber obtenido una entrevista y dos cartas de Tony Alexander King con engaño, amparándose en su condición de abogado y violando el secreto que debe regir las relaciones, incluso todavía no reguladas por contrato, entre defensor y defendido. He mirado El periodista digital para ver por dónde enfoca Rojo su defensa. No niega los hechos: se limita a decir que otros medios también han hecho cosas raras en otras ocasiones.
Me temo que David Rojo haya ido demasiado lejos en la concepción del periodismo como ejercicio que reserva el éxito a quienes mejor saben recurrir a la picardía y la desenvoltura.
No es una concepción exclusivamente suya. Otros periodistas madrileños pudieron inducirle a engaño alcanzando su éxito gracias, precisamente, a la picardía y la desenvoltura."