Dos cardenales españoles juran la bandera de España en un acto castrense. Pero no son nacionalistas españoles. Sólo son arzobispos. ¿Alguien se imagina una fotografía semejante con los prelados vascos jurando la ikurriña?
(Del blog del diputado Josu Erkoreka; "Rezar por la unidad de España").
Por cierto, el segundo fue primado de España, monseñor Álvarez, desconozco si en el momento de la foto ya lo era. En su carrera eclesiástica pasó por el Obispado de Calahorra- Santo Domingo de la Calzada (ahora también de Logroño) donde me arreó esa media hostia confirmatoria. A mí me sirvió para plantearme la cuestión de la existencia de Dios y extraer alguna conclusión que desde entonces mantengo. Hasta ese momento ese señor llamado Dios y un servidor nos conocíamos (puesto que Él es ubicuo y omnisciente) pero sin mayores problemas. Dejé que metieran mi tierna cabecita en un pilón (no me sentí con fuerzas como para resistirme). Olvidada esa broma un tanto pesada y sin venir a cuento (¿o sí?); lo de la comunión me pareció mejor: que te dejaran comulgar como a los mayores incluso ponía fín a alguna bronca que había montado años antes en plena misa por esa caprichosa discriminación. Además la fiesta vestido no de marinero, sino de muy señorito con guantes, librito nacarado, crucecita y otros abalorios. Pase. Lo de la confirmación ya eran palabras mayores. Y hasta ahí podíamos llegar. Monseñor Álvarez, en cambio, ya digo, llegó por su cuenta y cuento mucho más lejos. Hasta Toledo, arzobipo primero....
Pero yo no venía a contar estas zarandajas infantiles, sino otras ya de señores y señorías.
Hace unos días leí la entrada del blog citado y comenté lo que sigue en el mismo:
En buena parte sigo últimamente este blog porque su autor se apoya en la historia reciente para obtener algunas conclusiones (cierto que pro domo sua, lo que en un político es aún más legítimo) profundamente vigentes, y de ahí su oportunidad.
En efecto, el seísmo político del 36 no convierte en ociosa la retrospección al período republicano, sino hasta necesaria para retomar la vertebración del estado constitucional de 1978. (de los supuestos errores de la constitución del 31 tomaron nota los glorificados padres de la actual). Además, esa década de los 30 que conoció la república y la revolución es sin duda la más moderna del pasado siglo y por algo se la sigue tributando ríos de tinta, y hasta hace poco, más bien, fuera de nuestras fronteras.
Especialmente es afortunado tu largo post (¡4 folios!, yo tampoco soy un ¡bloguero canónico!) en materia de las esencias de la unidad española en torno a la religión (cuius religio, eius regio); a fin de cuentas, costaría encontrar otros asuntos que se presten más a la demostración quasi-cavernaria de ese castizo ideario: desde los reyes católicos viene a ser, como señalas, un continuum (creo que los latines les vienen bien como respuesta).
Ahora bien, noto en el párrafo que pasaré a trasladar, algún déficit de vitaminas históricas; habida cuenta su utilidad para los fines que te propones me propongo suministrarlas, con tu permiso. Las líneas histórico-anoréxicas son éstas:
(Durante siglos, esa estrecha relación simbiótica que se estableció entre la monarquía y el catolicismo, contribuyó a conformar una cosmovisión político-religiosa que para muchos constituyó la esencia misma de la hispanidad). “En la segunda mitad del siglo XIX, una serie de pensadores de inspiración tradicionalista -entre los que cabe destacar a Menéndez Pelayo, Ramiro de Maeztu y Manuel García Morente”-tomaron como base esta tradición para dar cuerpo a lo que vino a denominarse el nacionalcatolicismo.).
Lo subrayado en negrita por mi parte se debe a que lo considero inexacto. Menéndez Pelayo, cuya estatua preside la Biblioteca Nacional, nació en 1856; a Maeztu, lo nacieron en Vitoria en 1875; y el filósofo García Morente nació por primera vez en 1886. Sabido es que este institucionista racionalista converso tuvo una segunda vida ya bien entrado el siglo XX. De su caso clínico se ocupa con acierto el psiquiatra Guillermo Rendueles en su obra Egolatría.
Pues bien, las primeras obras de este señor, pertenecen al siglo XX. En la filosofía casa mal la precocidad, su tesis doctoral sobre la Estética de Kant fue defendida en 1912.
Otro tanto cabe decir de Maeztu que inició su labor periodística en los albores de ese mismo siglo. Como su paisano Baroja y demás pertenecientes de la llamada generación del 98, ese año marcado por el desastre de Cuba les estampa cual marbete su culito, por entonces en pañales.
Nos resta el célebre polígrafo, nacido como los anteriores en la segunda mitad del XIX, aunque su obra se condensa a finales de ese siglo y principios del siguiente. En consecuencia ninguno de ellos pudo ”dar cuerpo a lo que vino a denominarse el nacionalcatolicismo” en esa segunda mitad decimonónica. A los más que llegó don Marcelino es a escribir la historia de los heterodoxos españoles en la década de los 80.
Intuyo que por lo demás el brillante político sr. Erkoreka estaba en realidad pensando en los fundadores de esa corriente de pensadores de inspiración tradicionalista. A saber: Donoso Cortés y Jaime Balmes. Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo está fechado en 1851. Pelayos, Maeztus, Praderas e incluso Morentes vinieron después
Como en el blog de Su Señoría Erkoreka los comentarios no son inmediatos, una vez que los publica pues resultan disertaciones como la mía, o de todo metraje y condición, inconexas y con distinta oportunidad. ¿Así que a quien le va interesar ese prurito de historia corregido? A nadie. Me equivoco, hay una honrosa excepción: el propio político bloguero, que muy atento modifica el párrafo cuestionado. Donde antes decía "en la segunda mitad del siglo XIX", hábilmente pone "desde", a lo más introduce una frase redundante:
El principal rasgo definidor de lo español era, según esta cosmovisión, lo católico.
Ya lo anticipaba al hablar de esa relación simbiótica monarquía- catolicismo.
...Y a otra cosa. Lo mismo hará este servidor (aunque ni de Dios ni de Patria alguna).
Sr. Erkoreka, en otros tiempos, sus señorías se tiraban aún más los trastos a la cabeza, pero también se daban las gracias por préstamos de erudiciones sin intereses. Y con más gracia en materia de pruritos de la Historia.
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