domingo, 7 de marzo de 2010

La hora de internet

Como casi todos los domingos paseo un perro imaginario apenas me levanto mientras los quioscos van montando su rastrillo o badulaque. Porque eso siempre han sido, vendedores de chuches, de cigarrillos de a uno o un par y hoy no venden periódicos, sino películas del Oeste, de clásicos de comedia, de otras antiguallas que el tiempo nos vende como clásicas, de libros, juegos o colecciones para niños muy por debajo de los precios de mercado y que las madres como siempre haciendo economías o los padres que pasean al perrito de verdad se apresuran a comprar...
Ayer bajo la pertinaz lluvia de este invierno casi corrí a por un librito de Daniel Bensaïd, recién muerto: sólo costaba 2 euros y con el detalle de regalarte una desdibujada gacetilla donde no silencian a Lenin, Rosa Luxemburgo, Bakunin, Marx y Engels, Gramsci, etc.; pero sí a gente muy viva como a Rafael Reig, por ejemplo. Paso las primera páginas de propaganda gubernamental: "Salgado pone el foco en la economía sumergida". Si reparamos en la letra pequeña la cantinela es otra: Hacienda no tocara las sicav, las grandes fortunas. Los técnicos fiscales saben que se podría lograr no sólo mil millones en la lucha contra el fraude, sino recaudar hasta 38.000! Bueno, a caballo regalado...no le miremos los dientes, aún siguen a continuación Juan Carlos Escudier, el amigo Pascual Serrano, invitado de lujo, Antonio Orejudo y el ya muy grande Isaac Rosa.
Con el periódico doblado sobre el libro le protejo de la lluvia, piso algún charco torrencial, todo fluye, ¡panta rei!, menos esas pequeñas lagunas en las estribaciones de las cuestas. Por el presente y por la historia no conozco ninguna época libre de cambios, flujos, inestabilidad o en una palabra, siempre de moda, CRISIS.
En nuestra cultura occidental la caída del imperio romano fue una tragedia cultural incomparable ante el empuje de los llamados bárbaros -¡architérmino racista!-, por muchos siglos se mantuvo el latín aunque las clases populares, el 99% de la población, balbuceaban cientos de lenguas y


variantes irreconocibles. Se pusieron de moda los juglares y trovadores que sin recato proclamaban a los cuatro vientos el amor mundano ante el regocijo irrefrenable de ese populacho, idéntico de aldea en aldea. Romanceros anónimos, los primitivos bajorrelieves románicos, incluso mi paisa Gonçalvo de Verceo perpetraba en romance versos alejandrinos. Bocaccio puso en otra vulgar lengua romance (que hoy apenas se extiende fuera de su península itálica) por escrito cien cuentos, il Decamerone, por el puro piacere di raccontare! En Castilla, un arcipreste andarín plasmó su libro de Buen Amor en lengua, entonces non sacra, que pretendía curarnos de la lujuria (a partir de la advertencia aristótelica: el ome place de aver juntamiento con fenbra plazentera) regodeándose en ella. No señor, se pasa del latín y ya se ve qué aconteçe sino se guardan las formas, esto es lengua y fondo son la misma cosa.
La Celestina y el Lazarillo, en principio, anónimos por necesidad, golpean en su momento -y siguen vigentes hasta hoy- las buenas costumbres y la cultura con mayúsculas. Nos muestran a aquellos que nos son espejo de caballería ni de sociedad que pueda mirarse de frente.
Hoy los admitimos como clásicos, damos por buenos esos males que trajo la imprenta.
La cultura en todos los tiempos ha pertenecido al poder. Lo que hace el pueblo y cuatro incontrolados es hediondo, chabacano, caótico, siendo condescendientes lo admitirán bajo la categoría de subculturas.
Incluso llegan a darse curiosas paradojas, la burguesía ascendente sancionó las obras de Rousseau, Voltaire, Diderot, etc. en cuanto tomó la Bastilla; al paso que esos mismo autores ilustrados habían detestado la primera prensa que en hojas volanderas los divulgaba. Lo referí la pasada semana en mi blog: la-agorafobia-del-gobierno-y-de-prisa.
Rousseau escribía a un amigo de Ginebra:'Heos aquí, señores, convertidos en autores de periódicos. (...) ¿Qué es un periódico? Una obra efímera, sin mérito y sin utilidad, cuya lectura, desdeñada y despreciada por las gentes ilustradas, no sirve más que para dar a las mujeres y a los tontos vanidad sin instrucción, y cuya suerte, después de haber brillado por la mañana en su tocado, es morir por la noche en el guardarropía.
El genial Diderot escribe en la Enciclopedia: 'Todos estos papeles son el pasto de los ignorantes, el recurso de los que quieren hablar y juzgar sin leer, el azote y el asco de los que trabajan."
Manuel Vázquez Montalbán -de quien he extraído las anteriores citas- constataba la falta de lucidez de dos de los espíritus humanos más lúcidos de todos los tiempos para comprender el papel que ya en su época están jugando los periódicos. Voltaire, por ejemplo, se despacha a su disgusto contra "las hediondas gacetas que llegan de Holanda o de Inglaterra", y son precisamente esas "gacetas" uno de los vehículos más eficaces para la trasmisión del nuevo cuerpo ideológico que va a socavar y derribar al Antiguo Régimen.
¿Que pasó luego con esas gacetillas jediondas, tal como pronunciarían en Canarias? Pues, como con todo: murieron de éxito: asimiladas, integradas en el Poder, bajo su CONTROL prestigiadas y desaparecidas, las demás por millares, de la maravillosa pluralidad democrática. En los reinos del libre mercado prima el monopolio de los oligarcas. Pongamos nombres. Del mítico orsonwelliano Randolp Hearts al Murdoch, Turner o Davis actual pasando por Berlusconi, máximo no-ejemplo de la fusión de todos los poderes, el grupo Bouygues francés o el nuevo imperio español de la familia Polanco.
Decía ha no mucho el académico Cebrián (ya avisaba poco antes de que el poder y las galas de la cultura van siempre unidas): "El lector de periódicos es fiel, el de internet surfista". ¿Es que tiene algo contra los surferos? Puede, en todo caso, semánticamente fidelidad es para ellos control de sus influencias. Con el nuevo estado democrático diseñaron los gustos y hábitos de un nuevo español moderno, progre.


Ese nuevo homo hispanicus (y, por primer vez, incluida la mujer) leerá El País, leerá los libros recomendados -¡que nadie piense mal: con la tinta fresca de la editorial Alfaguara de su propiedad!,- resaltarán las películas de Canal Plus y todo el consumo de espectáculos de alguna forma relacionados con su amplia camarilla bienpensante y mejorviviente. Algo de esto ya conté aquí: “El diario El País y la cultura de las elites durante la Transición". No es cuestión de extenderme. Siglo XXI, versión acabada de los medios de in-formacion de masas, es decir, de formar público dentro de su propuestas. Fuera de ellos el caos, (échese si pluguiese otro vistazo a mi anterior post, germen de éste), el desvarío acrítico...Dentro de su morada el confort conformista del cliente satisfecho con todos sus productos, porque además sabe orientarse políticamente gracias a las proclamas tan liberales como democráticas de Vargas Llosa, los autores de su cuadra prestos a firmar los manifiestos a toda página en favor o en contra de quien o de lo que...ordenen sus amos, o a denostar prietas las filas al que mea por libre, ¡compañero Willy Toledo! Fuera de ellos, todo es panfleto, mala baba de resabiados y resentidos por no alcanzar su estatus, de ilusos, peor aún, si parecen despreciarlo.
Algo está cambiando sin que puedan evitarlo. El Corte Inglés, cliente de verdad de todos los medios de in-formación, también tiene razones de estar preocupado. Económicamente porque el mercado español no da más de sí (y menos con las medidas que se están tomando) y en cuanto a su cuidadísimo prestigio, porque a pesar de su patronazgo cultural (the Spring Prize of Corte Inglés is coming now!) a través de internet puede publicarse como hizo un servidor en enero en este medio lo que la buena prensa oculta. Item plus, si nos tomamos la molestia de entrar en la wikipedia hallaremos datos no del todo de su agrado y huellas de libros desaparecidos por su causa en nuestra joven democracia.
Somos cada vez más en el día a día los que no pensamos como ellos. Porque internet, que puede ser infame en tantos usos y abusos, a su pesar, permite "efectos colaterales". Declina la escala de valores del establishment, permeabiliza otras informaciones y, en definitiva, abre el campo trabajosamente vallado por los mentores de la victoriosa liberté, égalité, fraternité.
Aquellos profesionales que osan desmarcarse de su amparo y alargada sombra desarrollando las nuevas tecnologías apuestan su vida y su caudal para en el mejor de los casos ser fagocitados. Mucha suerte a 1001 medios y a ese Cuarto poder que ahora empieza a caminar retomando los ideales de Montesquieu, jamás puestos en práctica en la política real. Volvemos a empezar tres siglos después.

2 comentarios:

  1. Como siempre certero.

    Sobre Rousseau una cita del olvidado Bakuniin:

    "Se pudo creer entonces que el espíritu humano iba, por fin, a libertarse, una vez por todas, de todas las obsesiones divinas. Fue un error. La mentira divina, de que se había alimentado la humanidad -para no hablar más que del mundo cristiano- durante dieciocho siglos, debía mostrarse, una vez más, más poderosa que la humana verdad. No pudiendo ya servirse de la gente negra, de los cuervos consagrados de la iglesia, de los sacerdotes católicos o protestantes que habían perdido todo crédito, se sirvió de los sacerdotes laicos, de los mentirosos y de los sofistas de túnica corta, entre los cuales el papel principal fue dado a dos hombres fatales: uno, el espíritu más falso, el otro, la voluntad más doctrinariamente despótica del siglo pasado: a J. J. Rousseau y a Robespierre.

    El primero representa el verdadero tipo de la estrechez de la mezquindad sombría, de la exaltación, sin otro objeto que su propia persona, del entusiasmo en frío de la hipocresía a la vez sentimental e implacable, de la mentira forzada del idealismo moderno. Se le puede considerar como el verdadero creador de la reacción moderna. En apariencia el escritor más democrático del siglo XVIII, incuba en sí el despotismo despiadado del estadista. Fue el profeta del Estado doctrinario, como Robespierre, su digno y fiel discípulo, que trató de convertirse en el gran sacerdote. Habiendo oído decir a Voltaire que si no hubiese existido Dios habría sido necesario inventarlo, J. J. Rousseau inventó el ser supremo, el dios abstracto y estéril de los deístas. Y en nombre de ese ser supremo y de la virtud hipócrita ordenada por el ser supremo, Robespierre guillotinó a los hebertistas primero, luego al genio mismo de la revolución, a Dantón, en cuya persona asesinó la república, preparando así el triunfo, desde entonces necesario, de la dictadura de Bonaparte l. Después de este gran triunfo, la reacción idealista buscó y encontró servidores menos fanáticos, menos terribles, medidos por la talla considerablemente empequeñecida de la burguesía de nuestro siglo."

    Un abrazo

    Otoski

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  2. Gracias Óscar por la oportuna cita muy iluminadora sobre el gran déspota ilustrado. Todo en nombre del pueblo, claro. Poco se distinguen de la hipocresía de la iglesia a la que sucedieron, haced lo que digo no lo que hago.De tales padres tales bastardos.

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