Hace ya unos años publiqué un artículo con ese título y fue todo un éxito. Creo que el más leído de cuantos he escrito. Me temo que muchos acudieron equivocados. Luego misteriosamente desapareció de la web, por otra parte muy seria, que lo cobijaba. Pasado un buen tiempo al percatarme de ello pregunté por las razones. No lo habían censurado, se ve que se fue él solo por no encontrarse cómodo en aquel lugar. Lo cierto es que suele pasar. Yo muchas veces acudo a la Red para pillar algún artículo mío (el desorden de los archivos en mi ordenador es mucho mayor) y resulta que se ha perdido. Son los desaparecidos de la nueva era.
Hoy he buscado a este prófugo hijo mío y aquí está listo para ¡Das Experiment!
Porno en el autobús
Os quiero comentar una carta leída en el 20 Minutos madrileño, que no tiene que ver nada con la revista 10 Minutos. Ayudadme a juzgarla:
Una asidua cliente de una línea nacional (Madrid- Murcia o Madrid Elda) parece quejarse del contenido inapropiado de las películas puestas durante el trayecto. Transcribo su queja general:
“Se trata de cine que cae con frecuencia y gratuitamente en la grosería y en la inmoralidad, con escenas de sexo explícito en horario entre las 16.00 y las 22.00, momento en que también se desplazan menores”
Aún sin ver el tipo de cine al que se refiere la viajera, no dudo de que “sus programadores” adolezcan de un gusto exquisito o muy esteticista. Dejando para otra ocasión conceptos tan resbaladizos como el de su inmoralidad (¡qué habría qué decir del resto del cine!, donde seguramente la violencia es aún más explícita); lo que menos me convence es el agravante que quiere ver en su horario, especialmente, por la alusión que hace a los menores. ¿Es que por las mañanas no se desplazan tantos niños o más? ¿Y de madrugada no acompañan algunos menores a sus padres? De todas maneras, su carta induce a pensar que ese cine de “sexo explícito” no le parecería tan mal a partir de las 10 de la noche, lo que, a mi modo de ver, tampoco encuentro motivos para que en un sitio público por mor de la franja horaria ese tipo de cine hallara tan peregrina justificación. Por otra parte, a partir de esas horas de la noche, más bien existe prohibición de exhibir cualquier vídeo. Al menos, eso he comprobado la mayor parte de las veces en que personalmente he sido viajero.
Pero vayamos a los hechos, en concreto, al día en que manifiesta haber “sufrido”, según sus propias palabras, una película cuyo título es Picking up the pieces (algo así como Recogiendo los trozos, según ella misma traduce). Este es su juicio, que cito textualmente:
“Es una blasfemia continua contra la Iglesia católica. Se trata de un hombrecillo que mata y descuartiza en siete trozos a su mujer porque le ha sido infiel. Entierra los pedazos y pierde en el ajetreo (Y tanto que ajetreo –comentario mío-) una de las manos con el dedo corazón alzado, el resto (de los dedos) están encogidos y con lacas de uñas violeta.
“Con la mano va a tropezarse una señora ciega de un pueblo cercano, que al caer al suelo recupera la vista de repente. En dicho pueblo hay una calle central, en una acera está la iglesia; en la otra, el prostíbulo. ¿Y el cura? Pues en el prostíbulo por la noche y en la iglesia por el día, ofensa gratuita a los sacerdotes católicos, cuando debería tenerse en cuenta que por uno desviado hay por lo menos mil entregando su vida sólo al servicio de los demás.
“El caso es que la mano en cuestión llega al pueblo con la recién curada, que va a presentarse al cura. Al difundirse el milagro en el pueblo, se proclama dicha mano como la mano de la Virgen, a la que los lugareños se dedican a pedir irreverentemente milagros del tipo “que tenga un buen pecho, y ¡deseo concedido!”. Al enterarse de lo que estaba sucediendo, el obispo del lugar y una religiosa acuden a investigar, y, por supuesto, se ven mezclados en el ambiente de orgías y desenfrenos del lugar...” Fulanita de Tal, 26 años.
Pues cuidado Pilarín que casi eres menor. ¡Cuánto sufrimiento Pilar! ¿Lo de poner la edad sería porque eres casi menor?
Ah, y otra pregunta: ¿cómo sabías los milagros que pedían los lugareños? ¿Es que tenías los cascos puestos? Sería por interés artístico-religioso. ¡Qué penitencia!
Pues a mí, me gusta el cine, pero así pensando... que no llego a recordar cuál fue la última vez en un autobús que presté la más mínima atención a una película. Y es que hay líneas que tienen delito -digo pecado-, no sólo la tuya.
Me recuerda todo esto a una sentencia del Supremo, ya hace años, que condenaba por escándalo público (!) a dos homosexuales que fornicaban como hace mayormente todo hijo de vecino en la intimidad de su hogar. Y todo porque dos abuelitas les espiaban subidas no sé donde, poniendo en riesgo no sólo su integridad moral, sino principalmente la física. ¡Ay, la sacrosancta santidad del hogar, qué vueltas da!
Y la iglesia, joder con los curas y la iglesia, qué pobrecita. ¡Que martirio el suyo! Corramos a su auxilio, que se está poniendo de moda. Porque es lo que más te solivianta, ¿no? ¿Y no tendrán que ver todos los años de represión bajo los dictados de su fe con la existencia de ese cine torpe y blasfemo?
Contestadme, por Dios, sed buenos.
Os quiero comentar una carta leída en el 20 Minutos madrileño, que no tiene que ver nada con la revista 10 Minutos. Ayudadme a juzgarla:
Una asidua cliente de una línea nacional (Madrid- Murcia o Madrid Elda) parece quejarse del contenido inapropiado de las películas puestas durante el trayecto. Transcribo su queja general:
“Se trata de cine que cae con frecuencia y gratuitamente en la grosería y en la inmoralidad, con escenas de sexo explícito en horario entre las 16.00 y las 22.00, momento en que también se desplazan menores”
Aún sin ver el tipo de cine al que se refiere la viajera, no dudo de que “sus programadores” adolezcan de un gusto exquisito o muy esteticista. Dejando para otra ocasión conceptos tan resbaladizos como el de su inmoralidad (¡qué habría qué decir del resto del cine!, donde seguramente la violencia es aún más explícita); lo que menos me convence es el agravante que quiere ver en su horario, especialmente, por la alusión que hace a los menores. ¿Es que por las mañanas no se desplazan tantos niños o más? ¿Y de madrugada no acompañan algunos menores a sus padres? De todas maneras, su carta induce a pensar que ese cine de “sexo explícito” no le parecería tan mal a partir de las 10 de la noche, lo que, a mi modo de ver, tampoco encuentro motivos para que en un sitio público por mor de la franja horaria ese tipo de cine hallara tan peregrina justificación. Por otra parte, a partir de esas horas de la noche, más bien existe prohibición de exhibir cualquier vídeo. Al menos, eso he comprobado la mayor parte de las veces en que personalmente he sido viajero.
Pero vayamos a los hechos, en concreto, al día en que manifiesta haber “sufrido”, según sus propias palabras, una película cuyo título es Picking up the pieces (algo así como Recogiendo los trozos, según ella misma traduce). Este es su juicio, que cito textualmente:
“Es una blasfemia continua contra la Iglesia católica. Se trata de un hombrecillo que mata y descuartiza en siete trozos a su mujer porque le ha sido infiel. Entierra los pedazos y pierde en el ajetreo (Y tanto que ajetreo –comentario mío-) una de las manos con el dedo corazón alzado, el resto (de los dedos) están encogidos y con lacas de uñas violeta.
“Con la mano va a tropezarse una señora ciega de un pueblo cercano, que al caer al suelo recupera la vista de repente. En dicho pueblo hay una calle central, en una acera está la iglesia; en la otra, el prostíbulo. ¿Y el cura? Pues en el prostíbulo por la noche y en la iglesia por el día, ofensa gratuita a los sacerdotes católicos, cuando debería tenerse en cuenta que por uno desviado hay por lo menos mil entregando su vida sólo al servicio de los demás.
“El caso es que la mano en cuestión llega al pueblo con la recién curada, que va a presentarse al cura. Al difundirse el milagro en el pueblo, se proclama dicha mano como la mano de la Virgen, a la que los lugareños se dedican a pedir irreverentemente milagros del tipo “que tenga un buen pecho, y ¡deseo concedido!”. Al enterarse de lo que estaba sucediendo, el obispo del lugar y una religiosa acuden a investigar, y, por supuesto, se ven mezclados en el ambiente de orgías y desenfrenos del lugar...” Fulanita de Tal, 26 años.
Pues cuidado Pilarín que casi eres menor. ¡Cuánto sufrimiento Pilar! ¿Lo de poner la edad sería porque eres casi menor?
Ah, y otra pregunta: ¿cómo sabías los milagros que pedían los lugareños? ¿Es que tenías los cascos puestos? Sería por interés artístico-religioso. ¡Qué penitencia!
Pues a mí, me gusta el cine, pero así pensando... que no llego a recordar cuál fue la última vez en un autobús que presté la más mínima atención a una película. Y es que hay líneas que tienen delito -digo pecado-, no sólo la tuya.
Me recuerda todo esto a una sentencia del Supremo, ya hace años, que condenaba por escándalo público (!) a dos homosexuales que fornicaban como hace mayormente todo hijo de vecino en la intimidad de su hogar. Y todo porque dos abuelitas les espiaban subidas no sé donde, poniendo en riesgo no sólo su integridad moral, sino principalmente la física. ¡Ay, la sacrosancta santidad del hogar, qué vueltas da!
Y la iglesia, joder con los curas y la iglesia, qué pobrecita. ¡Que martirio el suyo! Corramos a su auxilio, que se está poniendo de moda. Porque es lo que más te solivianta, ¿no? ¿Y no tendrán que ver todos los años de represión bajo los dictados de su fe con la existencia de ese cine torpe y blasfemo?
Contestadme, por Dios, sed buenos.
Paredes como papel de fumar son las que tienen la culpa de que los vecinos nos llevemos tan mal los unos con los otros.
ResponderEliminarMe lo contó una amiga hace años. Que llevandose de maravilla con su septuagenaria vecina, amable y cariñosa y amante de los gatos como ella misma, en el primer edificio que ocupó en Madrid compartían descansillo de planata y pared con pared dormitorio. Pasado un tiempo la amable vecina llamó la atención de forma educada y cortés y pidiendole que no se molestara ni se lo tomara a mal de mi amiga por que lo escandaloso de sus gemidos, jadeos y gritos cuando hacía el amor con su pareja,( a diario y a menudo según parece!viva la juventud!). Ella, la joven toda educada respondió que por supuesto haría todo lo posible por contener ese ímpetu amatorio que tantos trastonos causaba a su anciana vecina, culpa más del mal aislamiento de la vivienda que del deseo de molestar de la causante. Eso si para terminar en tablas la partida dejó caer con toda la cortesía de la que fue capaz, que aunque durante esos tres primeros meses de compartir tabique en el dormitorio, no había tenido el atrevimieto de comentarselo pero estando ya en un nivel superior de amistad y confianza, le pedía encarecidemante que hiciera todo lo posible por tirarse una cantidad considerable de pedor menor de lo que venía haciendo cada noche y por supuesto que intentara que la sonoridad de los mismos no hiciera retumbar el famélico tabique. Diciendole que si le llamaba la atención sobre ese particular y no sobre sus terribles y permanentes ronquidos es porque entendía que las ventosidades eran conscientes y controlabres pero la rugidera de caverna de oso que se desencadenaba cada noche, no.
Ni que decir tiene que ninguna de las dos cambió sus hábitos ni el volumen de sus ruidos, pero permanecieron en una entente cordiale hasta que mi amiga mudó de viviendo no pasando mucho tiempo.
Lo de siempre, a los que unos molesta a otros desahoga y alivia, y cada edad tiene su banda sonora apropiada.
Saludos
Otoski