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Como por suerte o por desgracia conozco a otro Antonio, Antonio Ortiz para más señas, no tan bueno como Machado o Ferres en todos los sentidos de la palabra, voy a reproducir algún párrafo del texto recomendado. Cuando menos por un motivo, a saber: que vista la molicie reinante (no veáis aquí, o allá vosotros, una alusión sobrevenida al Borbón, eso eran cosas de Bergamín) ni siquiera os acerquéis a dicho texto.
"(...)En pocos minutos se venía abajo todo el armazón ideológico sobre el que se ha sostenido durante seis años esta variante contemporánea de la socialdemocracia, que se ha creído a salvo de los avatares económicos, gracias a una estrategia por la cual los problemas de la vida cotidiana se retiran de la escena pública y son sustituidos –en una cuidada estrategia- por la juguetería de lo que algunos han definido como Cultural War: es decir, por la puesta en primer plano de conflictos más o menos intrascendentes, amortizados, silenciados u olvidados, y cuya dramática escenificación le ha servido para mantener la ficción de una política progresista; de que hay una diferencia esencial entre democristianos y socialdemócratas, obviando que el meollo del progresismo tiene que ver, sobre todo, con la forma en que uno se gana el pan de cada día (y si puede ganárselo o no), y con la estrategia con que se reparte la gran tarta nacional entre los ciudadanos. El prestidigitador Zapatero ha conseguido ocultar durante años esa primacía de lo económico, gracias a que, en España, la lista de conflictos que pueden extraerse de la guardarropía y sacarse a escena es numerosa: clericales contra laicos; abortistas contra antiabortistas; españolistas contra nacionalistas; defensores de la negociación con ETA y partidarios de la mano dura; ecologistas contra negacionistas; partidarios de los trasvases de agua contra partidarios del caudal natural de los ríos; machistas contra feministas y homófobos; e incluso, y sobre todo -sí, setenta años después-, herederos de las víctimas de la guerra civil contra herederos del franquismo. Si a ello añadimos el manejo político de los tiempos judiciales en los escándalos de corrupción que afectan al partido de la oposición, el despacho en el Palacio de la Moncloa parecía asegurado durante unos cuantos años. Como le dijo Zapatero en vísperas electorales a un locutor amigo, y recogió un micrófono indiscreto: "A nosotros nos conviene tensionar". Según los cálculos del líder socialdemócrata, en medio de este agitado guirigay nacional, podía seguir caminando sobre las turbias aguas de la economía sin mojarse ni las zapatillas: sólo faltaba que Europa se recuperase en un par de años, es decir, en vísperas de las próximas elecciones españolas: el tapón español flotaría de nuevo sobre el mar de riqueza continental y él podría seguir presentándose como adalid del progresismo.
De hecho, desde que se inició la crisis, el enredo ideológico ha permitido que los sindicalistas hayan seguido haciéndose enternecedoras fotos con el presidente del gobierno mientras las cifras oficiales hablan de cuatro millones seiscientos mil parados, y las reales superan con creces los cinco millones. Los líderes sindicales han apoyado sin fisuras a un gobierno cuyas únicas medidas anticrisis se han sustanciado en la concesión de ayudas a las empresas automovilísticas y en una entrega de decenas de miles de millones a la banca, ejecutada sin ningún control, con la excusa ideológica de que esos millones iban a servir para que las entidades dieran créditos a las familias y a los pequeños empresarios en apuros. Pero la banca, entre tanto, se ha dedicado a comprar firmas extranjeras, a conceder jubilaciones fastuosas a sus directivos y a mostrar unas brillantes cuentas de resultados fin de ejercicio. Los sindicatos (engrasados con donaciones multimillonarias) no han movido un dedo por los que veían desaparecer sus puestos de trabajo, los que perdían sus pisos y los que tenían que cerrar sus empresas. Durante los últimos meses, la única batalla sindical visible –siguiendo la estrategia del gobierno- ha sido la defensa de un juez que lleva veinticinco años intrigando en política. Zapatero y su ministra de economía han podido presumir ante la oposición de paz social en esa línea postmarxista de que la socialdemocracia es la mejor gestora del capitalismo, y que, por lo demás, cuenta con tan buena tradición en España: en los ochenta fue el gobierno del socialdemócrata Felipe González el encargado de llevar adelante la durísima reconversión industrial que solicitaba el implacable capitalismo europeo; de multiplicar los despidos empresariales hasta elevar el paro a tasas antes nunca imaginadas, de domesticar a varazos a los sindicatos, y de meter al país en la OTAN.
Es curioso. Su amigo Javier Ortiz venía a decir algo parecido en forma más coloquial: estos del PSOE van muy de progres, pero en lo que concierne a la pela no rascan ni una a favor de esos obreros que ornamentan sus siglas. (La cita no es textual, sino semántica). Tendrá razón también otro San Javier, cuando ya hace decenios cantaba:
Tú mucho partido, pero
¿es socialista, es obrero
o es español solamente?
Pues tampoco cien por cien
si americano también,
gringo ser muy absorbente.
Efectivamente, Javier, ni es socialista ni obrero ni tampoco español, los gringos son "mu arsorbentes", es sólo un partido o gran bandería financiado por un tal Botín (¿habrá apellido más explícito que el de este cobrizo chueta!). Rafa Chirbes, ¿no conoces algún escritor joven que pudiera suceder a Valle para el esperpento de ruedo ibérico, siglo XXI, que nos pudiera contar como el PP, vía diputada Cospedal, se arroga, sí Javier, sin hache, el papel de partido de los trabajadores, con un foulard Louis Putton, palestino nada menos?
Hacen bien en copiar, copió Aznar de González, acaso no se llaman Partido Popular, suena lo mismo que obrero. Ya la democracia cristiana en Italia se fundó poppolare...
(Continuará o no).
http://www.youtube.com/watch?v=-IPnUq4rib8:
ResponderEliminarZapatero, lengua de serpiente.