domingo, 29 de agosto de 2010

Martina y el alpinismo

"Huyendo de Mary Pepa un buen día me enrolé
por poner tierra por medio y ya puestos a poner,
en un grupo de alpinistas que iban para el Everest."
Claro que huía de Mary Pepa, pero nos quedaba un poco lejos el Everest. Como hacía calor convenimos que tampoco sería mal sitio huir a Cercedilla, incluso más cerca que Navalagamella, y más aún de Navalunguilla (ver etiqueta de Navalunguilla y/o Navalagamella si tenéis el día ocioso).
Ya un poco más arriba de las dehesas, papá Blas estudiaba la cartografía a seguir, sentía literalmente la presión de mi hija (¡no soy una litera, coleguilla!) para que la navegación fuera venturosa, y bien veréis que lo consiguió. Lo que os digo, aquí lo podéis ver:
"Y con tiempo favorable comenzamos a ascender,
ellos con sus banderitas, yo ya con dolor de pies.
Saltaré los pormenores, pasaremos un primer
escalón hasta alcanzar otra cota, otro nivel".

Martina protestaba, para qué hacer ejercicio, "no lo entiendo, estoy sudando". Caminar es sano. "Pues yo me canso". Entonces, me acordé de mi amigo Javier, ese cantautor de protesta, cuyos versos estoy intercalando. Es de otra generación, que odiaba el deporte, como cosa de necios, aunque muchos de ellos seguían el fútbol o lo que fuera de reojo. Una superchería más de los del 68 y 69. En el caso del Krahe, no lo es; desde luego, ha sudado bastante, nunca ¡alcanzando el Everest!
Para qué subir, añadía Martina contestataria, ¡si después hemos de bajar! Pero arriba, Martina, respondía su madrastra Ikuko, nada que ver con la que tuvo la infeliz Cenicienta, podrás contemplar un grandioso paisaje. Sí, ¿pero hay chuches?, yo quiero un gelatto. En eso la pillé, cara figlia, in su podrài sfruttare di tutto quello che tu vuoi.
Estos diálogos gráficamente los podéis intuir a través de esta foto:
"Cuando todo da lo mismo
¿por qué no hacer alpinismo?"

De todas maneras mejor remojar los pies:

"Yo si no os importa mucho coronar el Everest
sin mi ayuda, pues os dejo y ya nos vemos después."
Nos dimos fuertes abrazos, se fueron y, ahí me tenéis:
solito por esas nieves con un sandwich y un quinqué.

Eso parecía decir Martina desanimada, es que no sólo era subir, en su primera experiencia no entendía mal: luego había que bajar, estando así parada ganaba tiempo y progresaba más.


Y arriba, era verdad, nos esperaba un tesoro no prometido:

¿Lo podremos ver?
Unos libros que a Martina entusiasmaron. Mientras este amanuense leía Miradas sobre el paisaje del ilustre geólogo Eduardo Martínez de Pisón, mi hija LO CONTEMPLABA en pose que ya hubiera querido Unamuno (ver foto de portada) y leía esos escritos que la gente desde un porrón de años había dejado en los cuadernos que las piedras de la foto cobijaban. Incluso emborronó una cuartilla entera, ¿toda para mí?, me dijo. Sí. Le hizo mucha ilusión. Esto es lo que puso:
Martina bajó la montaña transfigurada y muy contenta. ¡Hasta con la promesa de volver! "Tenemos que volver, porque dentro de unos meses -se lo había asegurado- pondrán en el libro nuevo mi nota".
Luego, por fin abajo, disfrutó de su premio, un refresco y el gelatto prohíbido que su mamma sólo le permite los domingos. Mañana vuelve de Roma, como allí son artigianali (artesanales) espero que se haya dado un buen atracón, y se le pase esa provocada obsesión.
Con el éxtasis y sereno equilibrio que proporciona el ejercicio tuvo momentos para la reflexión. "Quiero conocer a ese amigo tuyo que canta Navalagamella, Navalagamella, tenemos que hablar sobre alpinismo..."


"Cuando todo da lo mismo ¿por qué no hacer alpinismo".
-La Yeti (primera parte) de Javier Krahe. (Continuará).

(Agradecimientos. Este post no sería el mismo sin la gran aportación fotográfica de Ikuko y la prestancia de su modelo. A su lado, este humilde escribidor reconoce su insignificancia y que lo transcrito no dejaría de ser una pálida huella sin su colaboración).