domingo, 28 de agosto de 2011

La amargura de la edad (Gianni e le donne, un film de Gianni di Gregorio)

Incluso agosto ofrece algún estreno en los cines agradable. El cine italiano, el mejor de la posguerra mundial hasta casi llegados los ochenta yacía por los suelos. Gente como Matteo Garrone, lanzado al estrellato con Gomorra, pero que a pesar de su corta edad contaba ya con unos cuantas películas interesantes; o como Paolo Sorrentino, autor de Il divo, parecen haberlo devuelto a las luces y sombras de las salas de cine foráneas. De hecho, ahora en Madrid pueden verse 4 ó 5 films italianos, muy por encima de la media de cualquier otro país europeo. Y gente como el director Di Gregorio, sesentón cachazudo, debe al joven Garrone su puesta en órbita en el mundo del cine. Hace 3 años le produjo una pequeña obra muy personal de sorprendente éxito: Pranzo di Ferragosto. Gianni di Gregorio, tras la muerte de su madre comienza en el año 2000 propiamente su carrera cinematográfica (llevaba 14 proporcionando ideas y temática sobre guiones ajenos) como ayudante de dirección de Matteo Garrone, entonces un treintañero, que hasta le dio un papel en Ospiti. Diez años después Matteo le obligaría a vencer su timidez y protagonizar Ferragosto. Una película donde su autoría es absoluta en la mejor tradición del cine de Woody Allen, y no, por cierto, de Nanni Moretti, a menudo sobrecargado políticamente, y de una histeria que no destila la autenticidad de esta "joven promesa". Gianni e le donne, gozará de las simpatías de todo aquel que se acerque sin mayores inquietudes que las de ver retratado un trozo de Roma -hablamos del Trastevere- y las preocupaciones de un seductor ocioso en su mejor edad y frustrado en su despertar tardío. Una de la cosas que nos viene a decir el dulce amigo Gianni, es acerca de la pose del romano latin lover, sus supuestos ligues con las turistas ya son historia....La escena en que su amigo, el abogado, le invita a comer junto a dos jóvenes es harto ilustrativa.

Esta imagen de su primera película es para mí impagable. No necesita la verborragia de Allen o Moretti, su protagonismo es en parte pasivo, como víctima del cónclave de ancianas: las cocina, las sirve y las escucha. Su propia historia. Con una mamma de origen noble, que enviudó en los últimos años de su vida imponiendo a Gianni su personalidad dominante ante la fuga del resto. La que aparece a su izquierda, una actriz con un debut aún más otoñal que el suyo, a sus 93 años, y que repite también en esta última, representa a su madre. Pero no podía ser su madre real porque con ella en vida jamás hubiera podido hacer la película. Sí aparece entre las venerables ancianas una tía suya y ninguna actriz: interpreta cada una su propio papel. De hecho, en el celebrado Ferragosto los buenos y malos rollos entre ellas son más improvisaciones sobre la marcha (de sus relaciones) que seguimiento del guión.
En cuanto al Gianni de su segundo estreno (por cierto, no entiendo ese título español que dice "...y sus mujeres" cuando de lo que va es de su relación con las mujeres, y que precisamente, muestra que suya no es ninguna empezando por su esposa) uno entiende su perplejidad. Existe una frontera insalvable en la relación natural con el otro sexo producido por el devastador efecto del paso del tuteo al trato de usted. Ni uno ni otro acaban siendo recíprocos. Animado por su amigo, avvocato, Gianni intentará la promiscuidad con la badante, la atractiva cuidadora de su madre. Tras la torpe tentativa nocturna, la joven inmigrante a la mañana con ternura le confesará que ha soñado con él, mas con un puesto afectivo desilusionante, ¡el de abuelo!
Mañana si queréis continúo con algún detalle más de este carino film.
Os dejo con la actuación de la banda Osiris, aparece en algunas de las pelis de Garrone en las que Di Gregorio se fue haciendo para bien de la humanidad con el oficio de regista (director).
Io Kant.

domingo, 7 de agosto de 2011

Una necrológica pendiente: Antonio Ruiz Vilaplana.

Ayer murió víctima de un cáncer Antonio Ruiz Vilaplana, secretario judicial de Burgos, autor de un documento "Doy fe... (Un año de actuación en la España nacionalista)", de gran trascendencia, una vez publicado durante la guerra y aún en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Por poner un ejemplo, tras ser ejecutado Mussolini también conoció la edición italiana, puesto que se trataba de denunciar los atroces atropellos del fascismo, y para ello, los de la España de Franco, venían a ser igualmente significativos. Puesto que el citado libro aporta sin lugar a dudas el dato central de su biografía, que en el fondo no es sino el de la guerra civil, abundaré más adelante sobre él mismo.
En principio, he de aclarar la licencia temporal con la que abría esta necrológica. En ese ayer desde su muerte han pasado justo 38 años. Tantos como los que le tocó vivir bajo el franquismo en el exilio. Por otra parte, ese largo paréntesis de silencio y olvido era absoluto en su caso. Nadie escribió entonces su obituario. Su amigo Finki Araquistain, hijo del socialista Luis Araquistain, sí lo tuvo muerto ya Franco, gracias a la pluma de Víctor de la Serna en las páginas de El País, aunque -todo hay que decirlo- con menos mérito, como no sea este el de verse envuelto en las gestiones de devolución del Guernica, habida cuenta de que su padre fue embajador en París durante la Exposición Universal del 36 para la que se encargó la legendaria obra.
Difícilmente nadie hubiera podido escribir esa memoria. Antonio Ruiz Vilaplana llevaba en Ginebra una confortable vida de funcionario, intérprete de las Naciones Unidas, alejado de los círculos políticos, sin haber vuelto a publicar nada más, salvo un libro reportaje de los exiliados españoles en Nueva York, aparecido en México en 1945, y obviamente, con una limitada repercusión.
En su reciente publicación en España por la editorial Zimmerman, al bosquejar un mínimo apunte biográfico a manera de prólogo -aunque interesantísimo-, así lo hacían constar sus editores. Vilaplana sale de Estados Unidos, tal vez ante la insidiosa presión del macartismo, rumbo a México, puede que en su periplo conociera otros países latinoamericanos, pero insoslayablemente el tiempo y su biografía parecían detenerse en la Suiza de los relojes y chocolatinas, de los lagos y montañas bucólicas…Y eso, a pesar, que de estos clichés se aleja bastante la Ginebra de Calvino, Servet, Voltaire y Rousseau, que contaba además con una ilustre colonia de exiliados españoles, a la que también habré de referirme en otro lugar.
Esta inmensa laguna al fin ha sido cubierta, en parte debido a la reciente visita de sus descendientes helvéticos a Burgos. Cuya invitación fue obra de Carlos Olivares, a raíz de la nueva edición de 'Doy fe…': su éxito local demuestra el gran interés que su figura, y especialmente, su testimonio (el cual no puede valorarse íntegramente sin el análisis biográfico de su autor) siguen despertando 75 años después.
Y si desconocidos eran del todo sus años finales, otro tanto puede decirse de sus primeros, y sobre todo, sus orígenes familiares. Relata su hijo Miguel que Antonio Ruiz Vilaplana era de padre desconocido, si bien de importante posición social. Es posible que Antonio no llegara a conocerle como tal, hecho en la formación de su personalidad de indudable interés. Es sabido que Vilaplana vivió 2 años en Burgos y en anteriores destinos como secretario judicial sin la presencia de su mujer y sus 2 hijos españoles (nos dice Miguel que su consorte era mayor que él, fruto tal vez de un matrimonio “propio de la época”, entendiendo por tal, el de conveniencia). Moviéndonos en terreno tan conjeturable es improbable calibrar el encaje de su vida familiar con el siguiente suceso -en parte trágico, en parte cómico- aparecido en la prensa gallega durante otro agosto, el de 1933. Decía así la breve noticia:
“(El Ferrol). Volcó el automóvil que conducía el secretario del juzgado don Antonio Ruiz Villaplana (síc). Su madre política quedó debajo del coche…Los dos fueron recogidos en lastimosos estado.-Corresponsal.”
(ARV en la Residencia de Estudiantes, delante, Emilio Prados, 1920)
Probablemente, la ausencia paterna en su niñez tuviera que ver con la descomposición de su primera familia, siendo el factor desencadenante la separación forzosa provocada por la guerra civil y su posterior salida a Francia conduciendo un Hispano Suiza vino a fraguar la ruptura definitiva. Vilaplana fue un ávido conductor y gran viajero. Afición esta que le proporcionó gran libertad y le facilitó el trabajo, a menudo, fuera de su residencia familiar.
En un futuro próximo continuaré la indagación sobre su personalidad. Ya que el impacto de su gran obra testimonial: 'Doy fe', en efecto, es prosa notarial y no de la realidad oficial, sino por una vez, elevada a la realidad misma. La lectura de esta obra ignominiosamente secuestrada produce un curioso efecto, en gran parte contradictorio. Necesitamos profundizar no tanto en los crímenes de los que levanta acta -eso por fin forma parte de nuestra literatura e historia abundantísima-; sino en conocer el devenir de su propia vida, él es, a pesar de su inventario fidedigno de atrocidades, "el verdadero protagonista de una novela que permanece con nosotros una vez se ha cerrado el libro". Es lo que a este escribano le pasó hace unos años. "Vilaplana se ha convertido en uno de esos fascinantes autores-personaje cuyo atractivo reside precisamente en esa unión indisociable de vida y obra."
El artículo completo aquí:
http://www.elcorreodeburgos.com/noticias/2011-08-14/antonio-ruiz-vilaplana-apuntes-para-una-biografia-1
Y la 2ª parte:
http://www.elcorreodeburgos.com/noticias/2011-08-15/antonio-ruiz-vilaplana-apuntes-para-una-biografia-2