jueves, 1 de enero de 2009

...La imagen de las cerezas (véase icono del blog: ¡uno no es nadie sin icono!) es un lugar tan brillantemente común que me ahorra cualquier explicación. Lo cual es de agradecer. La economía debe imperar por supuesto en el lenguaje, no sólo en tiempos de crisis; así nos distraemos lo justo usted, querido lector, y yo. Si acaso, podrán sugerirme que escoja las de su gusto -para ello, fíjense de nuevo en mi icono- y no dejarme solo con mi torpeza extractiva.
Entonces a que viene esa lindeza expresiva de sakurambo no sé qué leches, me dirán. Con razón. Mas un poco de finezza en absoluto está reñido con la lengua, la sutileza en el decir: "válese la agudeza de los tropos y figuras retóricas, como de instrumentos para exprimir cultamente sus conceptos" (Agudeza y arte de ingenio, Gracián). ¿Titular un blog "Coger cerezas" no les parece un mal arranque? Je, je, perdón, comienzo. Lo que arrancan, a juzgar por lo que oímos todos los días y vísperas, son los telediarios, los partidos, la jornada (también deportiva). Empezando porque coger tiene un sentido preeminente de agarrar, fonéticamente tan fuerte como éste, incluso malsonante: "En Hispanoamérica, debido al carácter indelicado de la 21ª acepción, se evita el uso de coger, y se sustituye por tomar u otro verbo equivalente", Moliner dixit). Yo no quiero de pronto perder a más de 400 millones potenciales de lectores, por lo que me valgo del japonés, en esto, al menos, más exquisito. Toru es coger o tomar, tsumamu, como usted y mi señora saben, es usando los dedos como si fueran una pinza. (Ya me imagino la sonrisita picarona de usted).
Luego Sakurambo tiene más música. Me gusta mucho -y no soy el único- el sabor de las cerezas, aunque debo al oído el recuerdo imborrable del nombre de esta fruta en japonés y apenas otra, ichigo (fresa), por cierto muy cara en aquellas lejanas tierras. Cuando me preparo un té aromático de cereza, canto: Sakuraaaambo, (bis) y mi hija Martina balla!, baila. (Aprovecho aquí para meter otra cereza: Buscando Navalunguilla perdida entre los montes de Ávila como está, preguntaba a Martina, sentada en el asiento de atrás del coche, como debe ser: ¿a dónde vamos? A Navalunguilla (bis). Con el ronroneo de Navalagamella del ínclito Javier Krahe nos divertimos hasta encontrar la primera. Conducir con niños, ¡problemático?, qué va. Y mucho menos con niñas, incluida Iku-chan (http://kisaburo-es.blogspot.com/).

Otra excusatio non petita: preside este humilde portal un latín sencillo: Sufficit diei malitia sua. Lo pongo para recordar su mensaje. Que ya le basta a cada día con lo que él mismo tiene de malo. No nos empeñemos en joderlo aún más. Y dado que sigo la moda de emplear tantas lenguas vivas procuraré, aun como imposible pago, resucitar alguna muerta. Con ello seré fiel a mi antigua (en verdad, ya lo era) profesora de Latín. El fiel Acates, me llamaba, ¡qué incauta!; y a mi profesor de Griego hasta COU, que se llevó un berrinche cuando no me fui a su Salamanca a estudiar(lo), sino Derecho a Zaragoza, bajando el Ebro, con además poco medro y provecho. La cita bíblica quiere ser también un guiño al fratres Rafael Reig, que conoce muyo mejor que yo todito San Mateo y, de paso, calles adyacentes; y al dómine Ortiz, que dio clases de Latín y se nota. Ambos son nuevos vecinos de Público, y mal de estos tiempos, no se conocen. Componen la página de periodismo de mayor raciocinio de cuantas leo, llegando en alguna ocasión su celo al ultrarraciocinio. Ego vos absolvo a peccatis vestris, in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen.
Puesto que hemos citado a Gracián, le haremos caso finalmente. Lo bueno, si breve, dos veces bueno, y aún lo malo, si breve, no tan malo.

Adiós, por tanto, que me espera una sesión doble de cine en casa: Romanzo criminale y Gomorra. En pantalla grande vi Il Divo. El sábado sabáticamente hablamos del ultimo cinema italiano. Ciao!
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In memoriam. La Nochebuena pasada enterramos a mi padre. No contaba yo con una Navidad familiar, pero así fue. Por el próximo San Blas hubiera llegado a los 93 años. Quiero olvidar la última imagen con la primera suya que conservo. Es el niño de la izquierda al lado de su padre en el parque de Montjuïc frisando los años 20 de la Barcelona en que nació. Mi última cereza por hoy: recordadme que en julio, por Santiago, comienzo de la llamada Semana Trágica, hablemos de Ferrer i Guardia, Mateo Morral, Lerroux, cien años después o al poco cuando el fundador de la Escuela Moderna fue ajusticiado.

1 comentario:

  1. El padre (VIII): un poema de Ana Pérez Cañamares


    Lo primero que pensé fue:
    se ha muerto solo
    (acompañar en la muerte
    es el mejor bálsamo
    para la culpa)

    Lo segundo que pensé:
    no me ha devuelto
    mi última llamada
    (nunca nos planteamos
    que el deseo de independencia
    también puede ser hereditario)

    Lo tercero: ya no tengo padres
    (y al mirar atrás descubrí
    que hace ya mucho tiempo
    que ninguna mano
    sujeta la bici que monto)

    Ahora no puedo dejar de pensar:
    padre, yo no estoy muerta
    pero también me pierdo muchas cosas.

    Ya no estoy enfadada contigo.
    Cada vez que te pienso
    es domingo por la mañana.
    Me llevas sobre los hombros
    y yo sé que vas a invitarme
    a un batido de chocolate
    en el bar de la barra de zinc.
    Después tu mano grande se abrirá
    frente a mis ojos, y me mostrará el tesoro:
    una chapa de mirinda y otra de pepsi.

    Cuarenta años para descubrir
    que allí estaba todo ya dicho.

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