lunes, 19 de enero de 2009

Prejuicios y etiquetas

Es acongojante la pasión carpetovetónica por trazar la filiación política de cada hijo de vecino. Mis textos están abiertos para todos. Que el ABC, El Mundo o El País no me publiquen, en primer lugar, obedece sin duda a que yo no les envío nada. Aunque es cierto que el País en tema de Racismo (Gitanos) si se ha interesado y me ha pedido desde Andalucía alguna colaboración. Como fuera de ahí, ni soy escritor de prestigio ni nada parecido es normal que nos ignoremos mutuamente.
Publico en Rebelión porque tuvieron el detalle de leer lo que en su día les mandé sin preguntarme nada. Claro, que tipos de la honestidad intelectual de Pascual Serrano y Carlos Martínez, por citar a dos de sus fundadores, se hallan pocos. Serán de izquierdas: para nada dogmáticos. Se podrán obviamente discutir sus posicionamientos, no en cambio su capacidad y conocimientos.
Otra cosa es deducir de ahí, por tanto, la etiqueta o marbete estabulador correspondiente. Me parece estupendo que ustedes, falangistas, estimen "la claridad, aparentemente exenta de sectarismo, de mi aproximación al tema (...) apoyándose en una interesante bibliografía" pero, oigan, no sólo me juzguen así, cuando por lo visto les convenga. En fin, lo que es moneda corriente a gran escala. Yo no tengo la culpa ni de que ustedes me publiquen ni de que otros no lo hagan.
Y no confundan el culo con las témporas. (Mi) “repulsa a la ilegalización de los partidos abetzales (síc), es decir manteniendo posturas irreconciliables con las nuestras", mi repulsa a la ilegalización –les aclaro- es por cuanto me parece antidemocrática, no porque sea abertzale, que ya que me lo imputan les contesto: NO LO SOY. Por tanto, el desacuerdo está en su postura antidemocrática no en mi supuesto abertzalismo. Les invito a que me sigan leyendo en InSurGente, que sí es lo que ustedes dicen, pero dedúzcanlo de mis escritos, ¿vale?
Por la misma razón, quienes me lean ahora desde su portal me tomarán por un fascista converso de esos tan ufanos que han seguido el camino contrario, ¿no les parece?
Ayer hablaba de tipos como el cura Merino o el alcalde de Roa, que terminaron como voluntarios realistas, en las filas del carlismo y desterrados. Para su satisfacción y curiosidad les confesaré que llevo sangre de ese color desde entonces y del exilio por no tragar mis antepasados con pasteleros abrazos como el de Vergara. Sí, parecido a lo de ahora, seguimos como si Aquí nunca hubiera pasado nada.
Les dejo con el hallazgo:

Fantasmas de desván: CONVERSOS
Bucear en la red casi siempre da sus réditos y si además intentas librarte de prejuicios cuando lo haces, la recompensa suele llegar desde y cuando menos te lo esperas. Este ha sido el caso de los dos artículos de Blas López-Angulo que a vuestra atención os ofrecemos. El autor, es un conocido investigador social y articulista muy conocido por sus estudios referentes al pueblo gitano, procedente de las filas de la izquierda radical y colaborador de publicaciones digitales como insurgente.org, nodo50.org o rebelión.es, donde han sido publicados estos artículos.
Naturalmente ni está, ni ha estado nunca cercano al falangismo, e incluso le hemos encontrado engrosando listas de repulsa a la ilegalización de los partidos abetzales, es decir manteniendo posturas irreconciliables con las nuestras. Pero precisamente por eso choca la claridad, aparentemente exenta de sectarismo, de su aproximación al tema de quienes desde el falangismo “empezaron sirviendo, como piedra de León Felipe, en ese augusto palacio y hoy la arrojan, se arrojan a sí mismas, a sus gruesos muros.(y) Su esclarecida fe democrática ha sido justamente recompensada con las más altas torres de la Moncloa o de otros nobles edificios”.
En el primer artículo “La nómina político-intelectual en los años oscuros” (1), explica su teoría sobre como camisas viejas o nuevas acabaron siendo prototipos para explicar la Transición, que en muchos casos ha camuflado “un espectacular número de transformismo” como un “ejercicio de supervivencia”, cuando no de “ilustres liberales” y “paladines del régimen constitucional”.
Angulo expone que el régimen franquista fue considerado por los indiferentes como el resultado de un pronunciamiento al estilo de los del siglo XIX y por los afines como una cruzada nacional que cristalizó en el nacional-catolicismo, pero para las izquierdas en el exilio y parte del falangismo de postguerra fue visto como una “versión española del fascismo europeo triunfante en los años 30”. Falangistas como Ridruejo, Tovar o Laín contribuyeron a alimentar esa imagen en el exterior, si bien una vez “salvada la vertiente personalista de la Falange y de su fundador” dichas posturas rebelaron un interesado oportunismo con la victoria aliada, que favoreció el dominio de las oligarquías tradicionales más reaccionarias e improductivas de lo cual dan fe el progresivo relegamiento de la Falange y la instrumentalización del partido único, lo cual dio origen a un régimen “más autoritario y represor que totalitario”.
El nuevo estado se sirvió de algunos de esos intelectuales para dotar al régimen de una fachada político-intelectual que le guió en su camino al liberalismo capitalista.
Dicho revestimiento contó con dos líneas divergentes: La que resulto dominante, encabezada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) impulsada por el Opus Dei y su visión tecnocrática de la ciencia, y la del Instituto de estudios Políticos de Valdecasas y las publicaciones falangistas como Jerarquía o El Escorial de Ridruejo, que resultaron fuentes de disidencia reflejo de su desencanto.
Las “contradicciones de esa juventud” que en palabras de Giménez Caballero “pone los huevos en un sitio y canta en el otro” heredados de su formación orteguiana favorecen el tránsito desde el estado autoritario a la democracia orgánica, haciéndose eco de la profecía incluida en “La rebelión de las masas”, que predecía la depuración del liberalismo por parte del totalitarismo.
“El tránsito estaba abonado”.
En el segundo artículo “Conversiones a la democracia” (2), apoyándose en una interesante bibliografía (como el artículo “Antifascistas en España, don José Ortega y Gasset” del número 1 de la revista Autos de F. E., de 7 de diciembre de 1933, o el libro “La contrarrevolución falangista” de Raúl Martín), hace un repaso de los principales “fantasmas de desván” o “galería de personajes conversos” que desde la universidad o la política recuperaron el “denostado capitalismo” en su ascenso al poder, con especial hincapié en la figura de José María Aznar y su progresivo acercamiento a la figura de Manuel Azaña.
Dos artículos para la reflexión con el aliciente de su peculiar procedencia.
…………………………….
(SIC en cursiva)
(1).- “La nómina político-intelectual en los años oscuro” - Blas López-Angulo en Rebelión (11FEB04)
(2).- “Conversiones a la democracia” - Blas López-Angulo en Rebelión (14FEB04)

1 comentario:

  1. Ya que de prejuicios y etiquetas trata esta entrada, la enlazo con la anterior y mi comentario sobre la excelente primera novela de Pedro de Paz, "El hombre que mató a Durruti" y la selección que hace sobre la mayor verosimilitud de una de las muchas versiones que del asunto circularon, y hasta hoy mismo nadie puede decir que esté aclarado del todo.
    Creo que señalar al sargento Manzana como posible portador del naranjero del que salió la bala que atravesó al anarquista leonés (con dos hermanos falangistas por cierto, uno muerto en el frente y otro fusilado por sus compañeros al no fiarse de él y creerle un espía infiltrado de los anarquistas), ya lo hizo hace tiempo entre otros en sus excelentes memorias Juan García Oliver el que fuera ministro de Justicia del gobierno de Largo Caballero.
    Otra cosa es especular con una sola pregunta retórica que se hace el autor, si fue un accidente o fue intencionado. La pregunta es más o menos esta: ¿Por qué se habría reconvertido en anarquista un militar sublevado en Barcelona a sus 34 años?
    Podría contestarle cualquiera que aunque fuera hombre de confianza de Durruti no tenía por qué ser anarquista, como ya pasó con el cura secretario personal que como puede apreciarse también en sus memorias, nunca fue anarquista pero si "durrutista" hasta la muerte. Y que en ambos casos tal vez salvaron la vida por la intervención personal y directa de Durruti, de ahí su "inquebrantable" lealtad.

    Daría para más pero no quiero enrrollarme. En todo caso me parece la mejor novela del autor publicada hasta ahora, e incluso creo que si profundiza en alguno de los personajes apenas dibujados, puede completar y mejorarla sin duda.
    Y no sería el primer caso, por citar alguno conocido , algo parecido hizo ya Fernando Quiñones con su excepcional cuento largo "Legionaria, al que añadiendo de aquí y de allá presentó como novela al premio planeta, quedando vencedor sin amaño con Lara, es decir finalista, bajo el nombre de "Las mil noches de hortensia romero".
    Para terminar habría que preguntarse si no de haber sido un accidente, portara quien portara el naranjero, y de haber tenido la mínima sospecha le habrían ejecutado de inmediato.

    En fin seguimos charlando.

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