martes, 8 de septiembre de 2009

Debió suceder un 8 de septiembre

Hace ahora 5 años publiqué una primera versión de un luctuoso suceso que por fortuna quedó en susto. Hubo una virgen local que sufrió algunos rasguños. Por suerte también la cosa no llegó a más, ya que es de madera. En ese sentido es la única virgen local y podría haber dicho "la" virgen local, que además es la patrona de la localidad donde nací. Esta es la versión definitiva ¡por ahora! La he limpiado un tanto y añadido algún testimonio histórico, como se verá, donde antes mi memoria sólo filtraba rumores. Como sucede con los manuales del nuevo curso, cabe decir que se trata de una nueva edición, revisada, pero no aumentada, sino disminuida. (Espero que en cantidad, no en calidad).

8 de septiembre: "Desde muy antiguo se tienen noticias de esta fiesta de la Virgen, primero en Oriente y luego en la Iglesia universal. Esta festividad, en la que se conmemora el nacimiento de la que habría de ser la Madre de Dios, y también Madre nuestra, está llena de alegría. Su llegada al mundo es el anuncio de la Redención ya próxima. Muchos pueblos y ciudades, bajo diversas advocaciones, celebran hoy a su Patrona."
(http://foros.marianistas.org/calendar.php?s=&month=7&year=2009&do=&c=2)

Como el 8 de septiembre la España de ahora labora en las ciudades, muchos pueblos como el mío la han adelantado a finales de agosto. A mí me parece más práctico y aunque no soy entendido, salvo prueba en contrario de que la madre de Jesús naciera efectivamente un 8 de septiembre, no encuentro motivo de oposición al cambio de la fecha.
En todo caso y yendo a los hechos, de haber seguido siendo un 8 de septiembre no se sabe lo que habría pasado. Si sabemos lo que pasó al lado de la ermita de la Junquera el último sábado de agosto cuando un automovilista con su bólido arroyó a la Virgen. Apenas acababa de iniciar el retorno hacia el altar de la iglesia subida a un carro de ruedas tirado no por bueyes sino por prebostes locales (escribo prebostes porque esta palabra es aún más sonajera para oídos no españoles); cuando éstos huyeron despavoridos saltando por los aires la Junquera, besando el suelo de la carretera, perdiendo su mano, su corona, sus flores y su niño Jesús.
Yo no lo vi, yo esperaba su regreso a la entrada de la villa. Eran las siete de la tarde, comenzaba a caer un sol radiante que debió cegar al conductor, que ni siquiera alcanzó a ver la espalda de la imagen virginal. Los minutos pasaban y se oyeron algunas voces, a las que muchos no dimos demasiado crédito. Hablaban de una catástrofe, de que un coche se había llevado por medio a la virgen y a cuantos la seguían en procesión. Una vecina me hizo un gesto elocuente sobre el inopinado informador. Preferimos no creerle pero el tiempo vino a demostrar que algo sí estaba pasando. Aunque, todos a salvo, el impacto fue muy grande. La gente volvía en silencio, por el arcén, temerosa, sin su patrona.
Devuelta a su morada nos acercamos a contemplarla. Por fortuna, el daño material no había sido muy grande. Pero tampoco tiene demasiada fortuna nuestra virgen de Junquera. Un sábado antes había estado allí mismo contemplando una foto de la original. Porque ella es una pálida copia de la auténtica y bellísima talla de madera policromada del siglo XIV, que está en un museo de Barcelona y que no hace mucho en una exposición regional pudimos ver. (Durante la guerra el párroco, Gaudencio Pedrosa García acusó a los republicanos de quemarla, cuando posteriormente se supo de su nueva ubicación en el museo Marés, a los represaliados se les culpó injustamente del latrocinio y venta. Porque lo cierto es que el incendio de la talla en la ermita fue simulado y sirvió de acusación en los numerosos expedientes de Responsabilidades Políticas. En cambio, el historiador riojano Pérez Escohotado hablaba en un artículo, "Al rescate de Nuestra Señora de Junquera" del precio puesto por "un párroco en apuros" y del ecónomo de un obispado que la convirtieron en pieza de museo, con una indiferencia religiosa más propia de mercaderes. Este comercio a costa de sangre inocente, según algunos testimonios más fundados y menos interesados que las torpes acusaciones de su quema, enriqueció a la familia del cura residente en Espinosa de los Monteros) (1). Por suerte, también esta vez, la factura será más civilizada, en euros, sin una gota de sangre, como bien adelantó el joven párroco al día siguiente.
No me quise perder la homilía del domingo, el día grande. Pero sólo la homilía. Dentro del templo no se cabía, lo que se dice y eso que es bastante amplio. El sacerdote o nuestro cura bressoniano de campagne se hizo esperar. Pasaba de la una de la ya tarde cuando un moderno automóvil se acercó al pórtico de la entrada. Efectivamente, era el cura al que esperaban dentro. Con apostura salió del coche, que como sucede en las películas no se tomó la molestia de cerrar. Con paso resuelto se condujo al interior. Y bajo su estela entré yo. Fue, no quiero contradecirme, momentos antes de su homilía. Habló del don de la vida, que se la debemos a nuestros padres (Yo entendí que sólo se refería a los padres terrenales, pero no soy muy de fiar). Hábilmente enlazó con lo del aborto con lo que yo me transporté al 25 de julio y a Santiago y me pregunté qué coño hacía Zapatero allí. Si había ido a rezar o a aprender. Pero la oratoria del joven cura que no parecía de aldea brillaba y enlazaba ya con el milagro de ayer, pues como milagro calificaba a lo sucedido. Supongo que en sus labios autorizados no se correspondía con una manera exagerada, ni menos vulgar, de expresarse. Tampoco me quedaba muy claro a que se circunscribía: si a la virgen que había parado el golpe y salvado, por tanto, a todos. O a que a la virgen que se había llevado todo el golpe apenas perdió una mano, etc. Entonces me volví a transportar al pasado pero sin salir de la iglesia. Me explico: Me imaginé a don Teodoro que había sido el cura de toda la vida, si bien yo era muy pequeño para saber de él, sino por referencias. Traté de pensar cuál hubiera sido su sermón. Porque don Teodoro si que hubiera echao lo que se dice -y así lo entendemos todos- un buen sermón. Y un sermón de los de antes. Como está mandao. Para empezar don Teodoro era más cura hasta en el nombre, aunque eso no fuera cosa de él, sino de sus padres terrenales, supongo. Digo más cura porque antes un cura era mucho cura en un pueblo. ¡Y qué leches milagro! Don Teodoro se hubiera cagao en Dios y en los que abandonaron a la virgen de Junquera, tal vez haciendo alguna excepción entre los mencionados prebostes, supongo. (2) En fin, como la homilía se extendía más de lo aconsejable –para mí que no tengo costumbre- salí a la plaza y regresé, a mi tiempo y a mi retoño. Eso sí confundido con las palabras del santo varón, que aún resonaban en mí, unas veces para, en efecto, no perder de vista que el atropello lo había sufrido un pedazo de madera, y otras para valorar que aquello era una imagen, aunque copia de otra más bella imagen, que representaba a la virgen María con su hijo Jesús. Y el buen sacerdote había nombrado a Manoli, que lloró ante ese trozo de madera convertido en imagen rota de otra imagen. Y yo vi salir a Manoli, después, aún emocionada. Y regresé a los tiempos estudiantiles que compartí con ella (3).
Y miré la cuesta de la plaza tan corta como antaño me resultaba empinada. Porque ahí inicié mi pasión por la bicicleta. Y recordé todas las carreras que he corrido, muchas veces (salvo cuando venían otras cuestas de la plaza) en la retaguardia, y sin embargo, más seguro que cerrando una procesión sin guardia civiles, que no cerraron al tráfico una carretera local. Porque yo corría con los guardiaciviles detrás que me protegían, como después los ertzainas o los gendarmes (4).
A las dos, a la salida de la misa, la plaza se fue llenando como en las buenas ocasiones, los danzadores y danzadoras danzaban, los gaiteros tocaban y yo estaba extraño con mis propios pensamientos, que conmigo sólo iban.
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(1) Testimonio de Florinda Ortiz, hija del alcalde de Treviana, don Santiago Ortiz Güemes, asesinado en la Barranca de Lardero (http://www.represionrioja.com/labarranca/labarranca.htm), recogido en el monumental trabajo aparecido el año pasado“Aquí nunca pasó nada, La Rioja 1936” de Jesús V. Aguirre, el ex-componente del grupo Folk reivindicativo riojano de los años de la transición "Carmen, Jesús e Iñaki". Si de paso os pica la curiosidad, el propio Jesús Vicente habla de aquellos tiempos aquí: http://carjesina.iespana.es/.
(2) He de aclarar si se me permiten las sacrílegas licencias ut supra, que, don Teodoro no fue un cura trabucaire como su predecesor.
(3) Manuela Olalla Ortiz es nieta de don Santiago Ortiz Güemes, el alcalde republicano de los años 30. Lleva el nombre de su abuela y junto a su madre aporta uno de los testimonios más valiosos y emotivos de la obra citada en la primera nota. Al menos es mi sentir.
(4) Al siguiente día de escribir estas líneas leo en la prensa nacional la noticia del atropello por parte de un automovilista que se dio a la fuga de un ciclista que participaba en una carrera de juveniles por tierras también riojanas.
(5) Lo relatado puede verse en el iutú: http://www.youtube.com/watch?v=oVqxfNV9L9I
Siento no haber avisado antes, mentira: ¡es para que me leáis!

3 comentarios:

  1. Jesús Vicente Aguirre8 de septiembre de 2009, 18:49

    Blas
    Aunque no nos conozcamos personalmente es un placer el hacerlo a través de este medio, de algunas webs y de tu blog. He leído tu artículo y está muy bien. Ahí están algunas de las historias, y recuerdos, de nuestras vivencias y sueños.
    Un abrazo
    Jesús Vicente Aguirre

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  2. Gracias por tan pronta atención. Siento, en cambio, que yo sea tan vago para escribir una tribuna en La Rioja sobre tu libro como me había propuesto el año pasado. No te preocupes, como el buen vino, se ve que está madurando. Lo que siento es que acabo de abandonar La Rioja y no podemos echar unos vinos ahora mismo por esos lares...
    Salud.
    /Blas.

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  3. Muy interesante el artículo. Mira las Vírgenes, desapariciones, milagros de conversiones En fin...

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