domingo, 28 de marzo de 2010

Leer y escribir (apunte biográfico)


A este modesto colaborador en medios digitales alguna vez le han pedido que trace un breve perfil curricular, luego la verdad, no sé que han hecho con él, si lo han publicado o donde aparece. Me acaban de pedir para otro negocio algo igualmente relacionado con esta ocupación de dos de mis yemas digitales. Han dado en la diana: Leer y escribir son dos de mis aficiones favoritas. Por suerte, no se acuerdan de la primera, que diría Woody Allen o por citar a otro genial director de actualidad, Polanski.
Os paso el texto que me ha salido, a ver que os parece.

* * *
No conozco a nadie que escriba y no lea. Por tanto, primero es leer.
Hay mucha gente que lee y no escribe, pero cuesta entender que se lea mucho y al menos no se tenga la tentación de emborronar un papel, como a menudo hace mi hija de 5 años, o puestos al día, darle a la tecla.
Cuando el padre de mi hija tenía su misma edad ya leía periódicos, bueno era siempre el mismo: La Rioja, por entonces la Nueva Rioja desde el año 36. De mis primeras escrituras recuerdo como la más emotiva la redacción de encargo, por cierto como ésta, con motivo de la muerte de mi perrito, el cual por cosa de mis hermanas tenía nombre de mujer de Hollywood. Luego en el instituto llegué a dirigir un periódico que acaso era trimestral llamado Mamotreto, y al que por no darme ínfulas no me atreví a cambiarle el nombre. Nada importante. Debí sentir la llamada de la Vocación, pero entonces las facultades de periodismo no gozaban de gran prestigio. Supongo que como ahora. Tal vez la del Opus de Pamplona, pero me daba repelús. Ni había muchas. La de Lejona tampoco me caía lejos, pero ya digo, no era eso. Hice Derecho en Zaragoza también desoyendo a mi profesor de Griego salmantino, el cual se cogió un berrinche por no seguir ¡los pasos de Unamuno!
Con casi 30 años de perspectiva estoy en condiciones de asegurar que en ambos casos me equivoqué. La cabra tira al monte y el Derecho es asunto grave de gentes de capital. Que se lo digan si no a los arrampladores de Gürtel, Garzón y sus colegas del Supremo. Como dijo el poeta, y ya lo sabía y recitaba entonces, soy piedra ligera, aventurera, que no valgo para ser piedra de una iglesia, ni de una audiencia…Aunque, cosas de la vida, ahí me tenéis. Tirando al monte y recién seleccionado para impartir a mis compañeros de la Justicia la revolución procesal que se avecina con el nuevo modelo de oficina judicial. Bueno, hablar de revolución en el ultraconservador mundo del derecho, ya sabrán que no será para tanto. Lo más que pueda suceder, probablemente como en los tiempos de Maura, es que la revolución desde arriba y desde dentro apunte a la gente de los balcones y resulte algún herido de rebote por mirón, por pasar por ahí.
Abandoné provisionalmente la Justicia por la Universidad, por la que tampoco nunca sentí pasión. El resultado es que me he hartado de leer textos de filosofía moral, política y jurídica, en muchas ocasiones tan plúmbeos como los manuales de derecho tributario, procesal y administrativo. Con el agravante los primeros de su infertilidad e inutilidad.
A estas anomalías y dispersión responden la mayoría de mis artículos. A los pocos incautos que se acercan a ellos les cuesta un riñón ubicarme. ¿Quién es este tipo capaz un día de escribir lo mismo sobre cine, que sobre economía, de una sentencia del Constitucional, que de latines, de política, de historia, cultura o la nueva era de Internet?
Sin duda un irresponsable. Lo que se come se ca…Pues de tanta lectura indigesta, ¡qué se podía esperar?

1 comentario:

  1. Maestro nos sois piedra anclada, ni yerma estirpe. Acaso los infortunios de la vida no son más que destellos de aquesta vida que nos ha tocado vivir.Causas y azares. Somos lo que somos, pero sobre todo lo que nos dejan ser, y si vos teneis a bien :no se hace el linaje de un caballero con tan solo hazañas, sino que tambien es menester detenerse a cambiar las suelas de las sandalias y mirar al cielo y contemplar ( que hermosa palabra y también que olvidada ocupación), porque al fin y al cabo maestro, no es uno lo que es, sino lo que a uno se le admira. Y no me duele en prendas deciros , que se hace corta ( o al menos estrafalaria) la existencia ,si vuestras palabras no riegan sus raices, y ante tanta mediocridad , y ante tanta sumisión ante este absurdo y cruel destino, lo que nos hace cómplices de maravillosos encuentros que se tornaran recuerdos gratos a la vejez, y regocijo en la madurez.
    Quedad pues en paz, y que vuestra conciencia agite las nuestras con frecuencia e inteligencia, como hasta ahora.
    Suyo rendido.
    Antonio.

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