domingo, 3 de octubre de 2010

Colores de octubre

Después del largo verano y del agradable veranillo de San Miguel, este domingo, así de pronto, por más que nos lo avisaran los hombres del tiempo -y también las mujeres-, ha llegado el otoño. Este blog personal e intranscendente tiene alma de cronista a la vieja usanza y no perdona la ocasión de referir en esta, por añadidura, melancólica tarde de domingo que su alma dolorida va acusando gravemente el paso del tiempo. En los relojes de sol solía inscribirse este latín: vulnerant omnia, ultima necat. Todas nos joden, la última nos remata (es obvio que hago una traducción libre. Para mí, la muerte empieza desde el primer llanto, coincidiendo con eso que algunos optimistas llaman vida. En realidad la vida es una pérdida. No hace falta añadir que esta idea no sólo se me ha ocurrido a mí. En este camino hacia la muerte, la muerte tiene algo de fatal liberación, un mal arreglo que nadie quiere).
Henry David Thoreau escribió un libro Colores de otoño. Y decía:
Octubre es el mes de las hojas pintadas,octubre es como el cielo al atardecer.
Puso la fecha a cada planta en este proceso,al trébol, al arce, al olmo, al roble
y a la gran lluvia de hojas cuya belleza podría competir con una exposición de
piedras preciosas. Pero todo esto "hay que estar preparado para verlo"; "los objetos
-dice Thoreau- suelen ocultarse de nosotros, no tanto porque estén
fuera de nuestro campo visual, sino porque no concentramos nuestra
mente ni nuestra mirada en ellos", porque "en el paisaje hay
exactamente la belleza que uno está preparado para ver, ni un gramo
más".
Ocurre con el paisaje en relación con la belleza, como en general con nuestra existencia en
relación con la verdad, que es el terreno de la ética. Que uno está preparado para soportar una determinada cantidad de verdad, ni un gramo más. Pondré un enxiemplo aparentemente banal, el doping del ciclista Alberto Contador (recomiendo la lectura del blog de ciclimo de mi alter ego Sergio, cuyo link tenéis en el margen izquierdo). Le pillan como a tantos, porque más difícil que ganar es que no terminen por pillarte, y se inventa el despropósito del solomillo contaminado en una improbable carnicería de Irún. Lo más increíble es que además de ofender a la inteligencia y de paso gratuitamente a los ganaderos de Irún y de todo el territorio español, El "Marca" que es con diferencia el periódico más ojeado lanza unas abrumadoras encuestas de apoyo a la versión de Contador. Pero es que la presunta ciencia no le va a la zaga, El catedrático Alejandro Lucía vertía desde su tribuna en "El País" grandes dosis de (des)conocimiento. Concluía ratificando y "explicando" la torpe coartada del ciclista, "Así de sencillo". Así de simple es usted. Tampoco me lo creo.
Ay octubre de rojo, revolucionario, a amarillo, jaune, amarillento, amarillista. Que pena.

REPETICIÓN DEL OTOÑO
El año reescribe la página del comienzo: aquel otoño "saltó sobre
nosotros desde lo alto de la montaña", decía hace tiempo Jean Giono.
Me gusta este autor que escribía que su oficio era abrir ventanas.
Es decir, encuadrar, mirar, mostrar. Que veía el ejemplo de la
armonía en un canto de río, arrastrado y rodado por la corriente.
También que la lluvia, el viento, la tormenta cantan enseñanzas
sagradas, o que el enlace de río, riberas y arroyos mide el ritmo de
nuestros pasos, que la montaña te enseña a respirar o que el árbol
instruye a estar de pie. Que todo, en fin, enseña, habla y te hace
persona. Etc., etc...
Y el rodar del tiempo en el paisaje prosigue, lector, pausadamente y
tenemos sin planteárnoslo la necesidad de su ritmo y la confianza en
su retorno. Y, en general, cada tiempo es un lugar y cada lugar un
tiempo. Todo momento tiene, tuvo, tendrá su paisaje...
Una vez dentro del círculo de la fugacidad y el retorno, podemos
entrar en los significados.
(Del libro "Miradas sobre el paisaje" de Eduardo Martínez de Pisón.)

Otra sugerencia: leer este intranscendente post escuchando "Solo un uomo" de Nicolò Fabi. Eso hacía este triste escriba al escribirlo, en parte gracias a Patrizia. Y gracias también a Ikuko y Tomoko, recién llegada de Osaka, por acompañarme en esta tarde de domingo otoñal.

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