domingo, 19 de septiembre de 2010

Las justificaciones del poder (un poco de memoria en la presentación de "José K torturado" de Javier Ortiz)

Hay empeños que acaban viendo la luz, y con el tiempo, no sólo negro sobre blanco, sino con sonido y colores. Javier Ortiz fue torturado en tiempos de Franco y en tiempos de demócratas como el ex ministro de Interior Martín Villa. Sin embargo, tiene razón el prologuista de la obra, el escritor Isaac Rosa, cuando afirma que eso probablemente no haya sido lo que determinó su constante denuncia de la tortura. Jorge del Cura puede que no la haya conocido pasivamente, en cambio, está documentado como pocos, e igualmente su trabajo al frente de la Coordinadora para la Prevención de la Tortura no desfallece.
Años después, en marzo 1996, Javier intervino en las Jornadas "Diez años contra la Tortura" en el centro cultural "Conde Duque" de Madrid. El señor Ortiz acostumbraba a leer -por cierto, con buen timbre- lo que antes había concienzudamente elaborado, pero hete ahí, cual habitual tocapelotas, que prefiere interpelar al auditorio y plantearle un caso extremo: un terrorista es detenido después de poner una bomba a las puertas de un colegio. Pregunta a los convocados en ese acto por la Asociación contra la Tortura, ¿estaría justificada la tortura para evitar la muerte de seres inocentes? Silencio en la sala, carraspeos y malestar creciente...
En ese dramatismo inesperado está el origen de la ficción Jose K torturado. Una actriz con genio y determinación, Sandra Toral, quedará marcada por aquel inquietante silencio. No tardará en llamar a la redacción del periódico "El Mundo" para contactar con el conferenciante:
- Le propongo que haga una obra de teatro.
- Señorita, debe haber un error.
No, aunque llamaba a un tipo muy realista, no había error. La prueba es que Javier Ortiz acabó escribiendo la obra y añadió a su asendereado curriculum de periodista, ensayista, escritor (él se decía escribidor) y editor el título de dramaturgo. Asistí a la única representación en vida del autor en el palacio modernista de la Sociedad de Autores de Madrid un único 11 de abril de 2005. Al leerla, pasados más de 5 años, aún resuena prodigiosamente en mis oídos el monólogo en la voz inigualable del actor y doblador Ramón Langa (que en España, gracias a la aversión de génesis franquista a los subtítulos, es la que se oye en las películas que interpretan Bruce Willis y Kevin Costner):
"El cabrón era listo de verdad. Sabía de qué hablaba..."
En fin, la cosa no tuvo más difusión a pesar del escrito de presentación de José Saramago y el apoyo de la productora Parallax de Ken Loach. Ya en esa conferencia primigenia Javier Ortiz lo presentía.:
"La sociedad española... no sabe de la tortura porque no quiere saber nada de la tortura. Porque le viene muy bien no saber nada de la tortura. Como le viene muy bien no saber nada de pateras, de racismo, de xenofobia, de cárceles, de marginalidad".
(Sobre este dibujo de su hermano Josemari Ortiz, don Quijote alanceando al pobre Sancho, véase: http://http//www.javierortiz.net/jor/jamaica/cosas-desagradables).
Asisto hoy, domingo, a la presentación del texto en la fiesta del PCE editado por Atrapasueños con la colaboración de la Coordinadora para la Prevención de la Tortura. Siguiendo la larga secuencia temporal expuesta no me cabe la menor duda de que pese a las silencios eternos y a las obstrucciones más recientes la actriz y directora Sandra Toral dirigirá su puesta en escena como ella quiere y no muy tarde. Lo esperamos.
Decía esta mañana Isaac Rosa que la tortura no es que no exista. Es que es invisible. "Un agujero negro policial y jurídico". Y es también un agujero negro -añade- "de los creadores (escritores, cineastas*, intelectuales en general)".
Con ocasión del gravísimo atentado en Barajas, que además rompió la última tregua, si repasamos las hemerotecas me enorgullece haber sido de los pocos en romper ese silencio junto a Javier Ortiz. Y justo como en el caso de la obra, ante dos terroristas, hoy condenados por las muertes y daños causados. Lo que no se sabe tanto es que las torturas denunciadas también han prosperado, aunque no sea lo corriente. ¿Estaría justificada la tortura ante los malvados, así fuera sólo por venganza? No está de más recordar que los detenidos por el atentado de la T-4 fueron torturados después de la explosión. Es en los casos extremos donde se pone a prueba la buena conciencia ciudadana y la solidez de las garantías y derechos que los políticos hipócritamente proclaman. No existe dilema moral cuando el torturado o condenado a la máxima pena es héroe en vez de villano, inocente en vez de malvado. En cambio Jose K no se arrepiente de sus numerosos crímenes, acaso los primeros pesan más hasta que la repetición trivializa el delito y calma la mala conciencia de los que la están perdiendo. Y es inteligente. Como el cruel Torquemada de Galdós. O el constructor Rubén Bertomeu de la novela de Chirbes "Crematorio". Sólo en las viejas películas a que está abonada Telemadrid los malos son feos, sucios y tontos.
Claro, quienes defienden la pena de muerte o la tortura en principio o en teoria admiten su excepcionalidad: ante los caso más graves, ante los criminales más horrendos. La realidad al alcance de quien quiera conocerla es que se ejecuta en gran número y no siempre a culpables. En cuanto a la tortura es imposible establecer datos fiables porque es algo que sucede en las cloacas del poder, y cuanto más gordos son los políticos responsables menos quiere conocer los detalles. "Me he enterado por la prensa", González dixit. En eso no se diferencian tanto del común del personal.
En otros temas espinosos como el racismo la coartada del poder es similar. Lo vemos cada verano. Berlusconi, maintenant Sarkozy. El orden, la seguridad, la salubridad como excusas, aunque trasciendan documentos en que se dice machaconamente: "Prioritariamente los gitanos". Especialmente en tiempos de crisis, asistimos a la aceptación de la racionalidad aparente del Estado, no sólo en las clases más populares, sino en las más preparadas e incluso de izquierdas. Las excusas citadas serían -para gente biempensante- el cortafuegos del racismo, cuando, en realidad, ese dirigismo gubernamental lo propaga discriminando a grupos por entero. (Recomiendo vivamente a estos últimos la lectura de este reciente artículo:
"El racismo, una pasión que viene de arriba" de Jacques Rancière.)
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*Alguna vez he citado más allá de los clásicos ejemplos en el cine de "La muerte y la doncella", "El estado de sitio" o la censurada durante la transición "El crimen de Cuenca", la más reciente Das experiment basado en el "Stanford Prison Experiment". Comentaba esta mañana con Jorge del Cura como los experimentos de Milgram dan la clave, por más que se silencien, de las justificaciones de la tortura, ¡hasta llegar al asesinato!, ejecutada por jóvenes universitarios. Sobre la experiencia de los crímenes del nazismo no es nada descabellado por tanto deducir la participación y responsabilidad de la mayoría de la población alemana. Es algo que hoy se admite sin demasiados aspavientos. Ya ven, las justificaciones del poder valen para todas esas ignorancias voluntarias del común de los mortales que enumeraba arriba citando la conferencia de Javier Ortiz. Tortura, pateras, racismo, xenofobia, cárceles, marginalidad.

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