sábado, 31 de diciembre de 2011

Mensaje dentro de una botella (la aldea global)



¡Hombre, don Anselmo! Yo hubiera preferido que me descubriera alguna joven lectora como la Marilyn, ya la ves: leyendo -incluso terminando parece, el Ulises-.
El interlocutor con el que abro este mensaje y cierro el año no es ficticio. De hecho, he recibido un correo privado suyo escrito con cuidada elegancia. Se trata de un vecino de mi más tierna mocedad. Lo dejaremos en la privacy, a pesar de estos tiempos difusos que están borrando o más bien diluyendo la intimidad en una esfera pública, compartida hasta no se sabe dónde...
Este vecino algo mayor que yo, si es que no confundo su identidad, halló en la red una foto escolar colgada por un servidor en este blog en la cual aparecía. No le pedí permiso ni a él ni a los demás niños puesto que en la actualidad andarán ya muy crecidos, tanto que don Anselmo me temo que apunta para sexagenario. Y eso por no hablar de la otra foto de aquel post, donde los niños que posaban junto a Juan Larreta, su maestro republicano, estarán en su mayoría, como es ley natural, criando malvas.
Ya es casualidad que me proponía, tal vez con la nostalgia de estas fechas, tan propicias, ("tan señaladas", que dicen los más cursis) ya que todos volvemos a nuestros orígenes familiares, rescatar dos fotos para este blog, con unos planos cercanos de infantes y mozos en las concentraciones del Frente Popular en la plaza de la Paz de Haro y un año más tarde allí mismo con las banderas del Requeté y de la Falange. Se me ha ido la fotógrafa con sus aparatos al Japón, así que lo pospongo. En realidad me acordé de ellas al ver esta otra (mucho más conocida, ¡dónde vamos a parar! del 14 de abril del 31 en la Puerta del Sol) que colgué recientemente aquí y hoy me doy el gusto de reproducir. Ya ve, unas fotos nos evocan otras, solo que por razones obvias producen mayor impacto las que tienen que ver con nuestro pasado más cercano, con nuestra plaza, esa cuesta de la iglesia que bajábamos en bicicleta con pantalones cortos no precisamente de ciclista, para ciclista, David, el hijo mayor de tu vecina de enfrente, Florinda, la valiente hija del alcalde asesinado. Estábamos en la plaza, los cuerpos de la torre tan sobria, las escaleras del ayuntamiento que lo fueron de las escuelas y servían para fotos como la que fue tomada a Ud. mismo y que ahora nos reúne...


En fin, sabemos que escribir es una actividad solitaria, hasta un punto eremita, de ahí puede que crezca el ejercicio de mi tonsura. Por eso uno agradece mucho que los mensajes metidos en esa botella (ficticia, tópica o real) que los transporta, llegue a destinatarios probables, sobre todo cuando acusan recibo, ¡pero si son ellos parte del texto enviado!, ese papel amarillento, pasados los años que recobra su significado porque algún familiar desde la otra orilla de un océano (a veces real) pone voz a los olvidos más injustos. En esta ocasión me alegra saber que el destino de esa imaginaria botella lanzada después de dos años al océano aparentemente vacío de las palabras haya vuelto junto a la puerta de su casa, esto me recuerda un argumento de una bella historia: la de un joven que para seducir a la niña de al lado de su casa, aunque ya púber más que niña, debía de emprender un largo viaje, tan largo como dar la vuelta al mundo -¡ay, y no quedarse en mis queridas antípodas!- para regresar y entonces sí llamar a su puerta. A veces, sucede que el tiempo transcurrido es tanto que la joven Marilyn deviene sexagenaria (nada extraño por otra parte, puesto que su caballero errante casi también lo es), otras veces sucede, aún peor, que su Romeo debe provisto de flores visitar su tumba.
(Reciba Ud. Don Anselmo un fuerte abrazo, que hago extensivo a todos sus familiares. Si aún está por la Rioja le recomiendo el libro, Aquí nunca pasó nada, La Rioja 1936 de Jesús Vicente Aguirre, ya citado en mi blog del que extraigo las fotos relacionadas con el maestro Larreta y con Ud. mismo; y otro, igual de interesante, Lejos del frente, la guerra civil en la Rioja Alta de Carlos Gil Andrés).

2 comentarios:

  1. Querido Blas, lo mejor de la foto de Marilín es que ha llegado al final del tomazo, y si de resultas es el Ulises, ole, qué tía.

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  2. Y además parece que no lo está leyendo al revés como el patriota de Bush. No sé si por la época de la foto su marido era Arthur Miller, está claro que le pirraba la kultura.¡Qué tiempos!
    ¡Feliz 2012, amigo Gastón!

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